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Actualizado: 21 de junio de 2025
Era irlandés, hijo de pobres labradores y, según su biógrafo Lavalle, pasó los primeros años de su vida conduciendo haces de leña para la cocina del castillo da Dungán, residencia de la condesa de Bective, hasta que un su tío, padre jesuíta de un convento de Cádiz, lo llamó a su lado, lo educó medianamente, y viéndolo decidido por el comercio más que por el santo hábito, lo envió a América con una pacotilla.
Por todo lo cual entiendo que de esta protección oficial, concedida en virtud de prosaicos expedientes, sólo nace una literatura enfermiza y enteca, como planta criada en invernáculo: libros de pacotilla, sin elevación ni libertad de espíritu en quien los escribe, y desprovistos además de aquella distinción y de aquella pulcritud aristocráticas, que siempre son un mérito, no existiendo otros de más sustancia.
Como yo no sabía más historia que la que aprendí en la Caleta, para mí era de ley que debía uno entusiasmarse al oír que los españoles habían matado muchos moros primero, y gran pacotilla de ingleses y franceses después. Me representaba, pues, a mi país como muy valiente; pero el valor que yo concebía era tan parecido a la barbarie como un huevo a otro huevo.
¡Ah, si la Grandeza entera de España, comprendiendo al fin sus intereses hiciera lo mismo, y dejando a los ricos improvisados y a los políticos de pacotilla, el lujo con sus vicios, el poder con sus truhanerías, fuese ella caritativa en los campos, mientras eran ellos usureros en la corte, diese ella su mano al pobre campesino, mientras ellos le rechazan con altanería, el pueblo, el verdadero pueblo comprendería al fin cuáles eran sus amigos sinceros, y el lodo de la política podría fermentar en la corte, producir revoluciones, lanzar sobre el país decretos inmundos!... Mas toda aquella insolencia expiraría sin fuerzas sobre la yerba de los campos, y la ola de cieno no mancharía jamás el dintel de sus iglesias y castillos, defendidos por un baluarte de caseríos.
El conde Juan es de buena familia, y en Francia, padre mío, como en todas partes, hay bueno y malo, verdadero y falso. Es necesario no dejarse servir género de pacotilla. Todo el mundo sabe que nosotros, los americanos, no somos inteligentes en muchas cosas, y por eso tratan de hacernos aceptar cuadros copiados, tapicerías rehechas, objetos falsos y nobles sin autenticidad.
Preferí á excusarme con el autor, darte la excusa de lo que pudieras creer osadía, á tí, que por la superioridad que te dá el ser juez inapelable y temido de cuantos escribimos, no resultarás mortificado en tu amor propio; que por ser solicitado con afán, no cabe la posibilidad de que te consideres desdeñado; y que más bien pecas de excesiva benevolencia que de rigor excesivo, puesto que toleras y sustentas, aunque no con esplendidez, á tanto escritor de pacotilla; y hé aquí por qué me encuentras todo medrósico y acongojado ante las dificultades del desempeño del empeño en que me veo metido, sin garantías que puedan valerme en tu juicio.
Don Fadrique pudo entonces obtener licencia para navegar á las órdenes de la Compañía de Filipinas, y salió para Calcuta mandando un navío cargado de preciosas mercaderías. Tres viajes hizo de Lima á Calcuta y de Calcuta á Lima; y como llevaba muy buena pacotilla y un sueldo crecido, y alcanzó ventas muy ventajosas, se halló en poco tiempo poseedor de algunos millones de reales.
Palabra del Dia
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