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Pero en defecto de estas y otras sabrosísimas lucubraciones, he de transcribir una carta que doña Juana escribió a cierta su amiga íntima de la ciudad, al día siguiente de la fiesta, y que, corregida por , únicamente en lo más indispensable de la ortografía, para mejor inteligencia del lector, al pie de la letra decía así: «Ya habrá usted visto por los papeles, cómo pensábamos dar en casa reuniones de tono.

Escribía torpemente y con una ortografía de la más espontánea barbarie. ¡Oh, mis planas! ¡Cuánto me costaba hacerlas y qué mal me salían! Mi tía Medea no se había preocupado de hacerme enseñar nada. ¿Para qué necesitaba aprender? El doctor Trevexo ya se lo había dicho: «para ocupar altas posiciones en este país, no se necesita aprender nada.» Y tenía razón.

Aparte la ortografía, que sólo hemos conservado cuando nos ha parecido encerrar valor fonético, reproducimos aquí el texto que se encuentra en la "Trecena parte de las comedias de Lope de Vega Carpio, Procurador Fiscal de la Cámara Apostolica en el Arzobispado de Toledo. Dirigidas, cada una de por , a diferentes personas. Año 1620. Con privilegio. En Madrid. Por la viuda de Alonso Martín.

En otro cuadrito se conserva una carta del beato Juan de Ribera, patriarca, arzobispo, virrey y capitán general de Valencia, escrita con la ortografía y términos que siguen: A los muy Rdos. y magníficos Señores el Prior y Capítulo general de la ciudad de Teruel: Magníficos y muy Rdos.

Era una respuesta aplastante, en efecto, a la crítica de Leporello nutrida de sana doctrina retórica y adornada con todos los recursos que proporciona al discurso la ortografía española; signos de admiración, interrogantes, puntos suspensivos, paréntesis, etc., etc. Tristán, muy caviloso, apenas le escuchaba.

De estampa continuaba bien, muy bien; algo desmadejadillo y perezoso, pero guapo, muy guapo; y como seguía el cambio de retratos, no ya entre los padres, sino entre los hijos directamente, si la sevillana había perdonado al primo muchos pecados de estilo en virtud de aquellas otras dotes físicas, también el mejicano, en vista de las extraordinarias de su prima, había sabido dispensarla el matraqueo de sus guasas, y con mayor facilidad las incurables faltas de ortografía.

Los cuales, en verdad sea dicho, son los mismos que da Fernández de Palencia, copiados tan á la letra, que no se salvan muchos de sus evidentes errores de ortografía ó de impresion.

Las palabras en llaves son aclaraciones hechas por el traductor para evitar que se mal entienda la frase. La puntuación y la ortografía tienen el propósito principal de preservar el sentido y el conjunto demostrado en los manuscritos originales, y no necesariamente según las normas del español moderno.

Pero al conversar, don Fermín no tenía inconveniente en mirar a las mujeres; miraba también a la Regenta, porque entonces sus ojos no eran más que un modo de puntuación de las palabras; allí no había sentimiento, no había más que inteligencia y ortografía. En silencio y cara a cara era como él no miraba a las señoras si había testigos.

No era aquello por cierto un manual de trozos selectos, y en más de un ditirambo a la Montaña, o al Magdalena, la ortografía se cubría el rostro en su abandono, cuando no era el sentido común... Pero el dueño de Consuelo no se fija en esas pequeñeces; tiene su álbum y eso le basta. El trayecto entre Consuelo y Bodegas me fue tan duro como los peores momentos de la subida.