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Actualizado: 2 de julio de 2025


Por último, la Bolsa, el Banco nacional y los monumentos de las plazas de Lóndres revelan todo lo que hay de opulencia y de gloria, de culto á la riqueza y al patriotismo en ésa nacion maravillosa. Todo eso es magnífico, y á cada uno de esos monumentos consagraré algunas pinceladas.

Arruinado por la guerra, sólo le queda de su antigua opulencia, una granja en la llanura de Chélif y una casa en Milianah, donde vive muy modestamente con sus tres hijos educados a su vista. Los jefes indígenas le profesan gran veneración... Cuando hay discusiones, someten a su deliberación los asuntos que las provocan, y su juicio es casi siempre ley.

Aresti pensaba en la gente mísera y doliente de las minas. ¡Ay, si aquellos hombres que engañaban su estómago con agua sucia, no teniendo bastantes alubias para llenarlo, escuchasen al poderoso Sánchez Morueta lamentarse en medio de la opulencia de su vida! Entonces, dijo el doctor eres infeliz porque nada te falta, porque posees todo lo que los hombres creen que les puede hacer dichosos.

En medio de aquella silenciosa semiobscuridad sentí caer sobre mis hombros un frío helado, sepulcral. El suave perfume del incienso parecía aumentar, con ese ambiente de increíble magnificencia, de melancólica soledad encantada, de opulencia extrañamente desproporcionada con la pobreza y suciedad que reinaba en la plaza exterior.

La viveza cruel de su imaginación le representaba del modo más exagerado el infortunio que presentía. Soñaba que su hija estaba en la desnudez, sin hogar, humillada y empleada en los más viles menesteres, y ella nadando en la opulencia y sin poder acudir en su auxilio. ¿Cómo darle algo sin que lo supiese el Conde?

Aquellos millones fantásticos, saliendo de la boca de Juanito, rodaban sobre el pobre tapete de la mesa, parecían infundir por la mísera habitación un ambiente de aplastante opulencia, algo semejante a la sonora vibración de montones de oro. Y esta conversación fue repetida un día y otro, hasta que Juanito quedó desconcertado e indeciso ante una proposición de las dos mujeres.

Introdúxolos en casa, con ademan de desdeñosa generosidad, un portero que parecia un gran señor, y los presentó á un criado principal, que les enseñó los aposentos de su amo. Sentáronlos al cabo de la mesa, sin que se dignara el dueño de aquel palacio de honrarlos con una mirada; pero los sirviéron, como á todos los demas, con opulencia y delicadeza.

Entre este tormento y este goce, se hallaba tan absorto en mismo, que nada del exterior atraía sus miradas. No veía la campiña normanda huir ante sus ojos en la opulencia de sus ricos cultivos, ni notaba la atención hacia él de una joven que viajaba en el mismo compartimiento. ¡Qué le importan los campos fértiles y las lindas mujeres! La intensidad de su amor lo apartaba de todo.

Este baño de precioso metal lo había adquirido en una subasta, juzgando tal compra como el acto más culminante de su opulencia. No sabía con certeza su origen: tal vez era un mueble de príncipes; tal vez debía la existencia al capricho de una cocota ansiosa de ostentación.

Pasó toda la mañana con el codo en una mesa y la mandíbula apoyada en la mano, lo mismo que el día anterior, dejando que las horas se desgranasen lentamente, no queriendo oir el sordo rodar de los vehículos que se llevaban las muestras de su opulencia. Cerca de mediodía le anunció el conserje que un oficial llegado una hora antes en automóvil deseaba verle.

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