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Actualizado: 4 de julio de 2025
El gabinete estaba envuelvo en la sombra: las ventanas parecían grandes ojos opacos que miraban por sus muros. Un enternecimiento suave y lánguido apoderose de su ser y la inundó de felicidad. Desapareció el temor. Entraba en ella la certidumbre de ser querida por Jesús, de ser la amada de un Dios.
El fisiólogo lo contempló con expresión de sorpresa, como si por primera vez le viese en aquel momento. Volvió a brillar en sus ojos opacos la luz de la razón.
Antes de partir el tren, el empleado del vagón sabía ya el motivo que ha arrancado á la duquesa de su castillo cerca de Londres, haciéndola atravesar París de estación á estación. Va á Brindis me ha dicho para recibir el cadáver de su nieto, un aviador que acaba de morir en los Dardanelos. Algo entrada la mañana salgo al pasillo. Los vidrios de las ventanas están opacos á causa del frio exterior.
Cuando alguno, por un recuerdo caprichoso de la suerte, conseguía una corrida de novillos en un lugar de la provincia, tenía antes que redimir el traje de luces, cautivo en una casa de préstamos. Eran vestímentas venerables que habían pertenecido a varios héroes, con los dorados opacos y cobrizos; oro de velón, según decían los inteligentes.
En todos los pueblos, en todos estos pueblos españoles, tan opacos, tan sedentarios, tan melancólicos, ocurre lo mismo. Se habla de la tristeza española, y se habla con razón. Es preciso vivir en provincias, observar el caso concreto de estas casas, para capacitarse de lo hondo que está en nuestra raza esta melancolía.
Unos eran opacos é incoloros, otros bronceados y negros; los más se revestían con tintas soberbias, cuyo esplendor desesperaba á los pinceles humanos, incapaces de imitarlas. Un rojo magnífico era la base de esta coloración, descendiendo gradualmente al rosa pálido, al violeta, al ámbar, hasta perderse en el lácteo iris de las perlas y la policromía temblona y vagorosa del nácar de los moluscos.
Y como para nuestro mayordomo los proyectos eran resoluciones, y más tratándose de algo peligroso, dicho y hecho: levantóse velozmente, abrió una de las puertas traseras del palacio y se encaminó sin vacilar á las orillas del Lora. Despojóse inmediatamente del vestido y se zambulló en los cristales opacos del río con estrépito. La noche era despejada, pero sin luna.
Sus compañeros de juego eran también excelencias, directores de departamento, y experimentaron al oírle un poco de envidia; cada uno de ellos tenía también a sus órdenes un ejército de empleados; pero eran todos hombres grises, opacos, sin ninguna originalidad, vulgares. Y yo, pásmense ustedes dijo una de las excelencias , tengo un empleado con un lado de la barba negro y el otro rojo.
Palabra del Dia
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