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Actualizado: 20 de junio de 2025
Acordose de que nada había dicho a su amigo del casorio proyectado, siendo evidente que Olmedo habló en términos tan liberales por ignorancia. Determinó, pues, revelarle su pensamiento en la primera ocasión, para que en lo sucesivo midiera y pesara mejor sus palabras. viii
El enfermo dijo a su tía que si iba Olmedo a buscarle para ir a clase, le dejase pasar para hacerle un encargo. Fue Olmedo, y Maximiliano le rogó corriese a avisar a Fortunata la visita del clérigo, para que estuviese prevenida. «Oye, adviértele que tenga mucho cuidado con lo que dice; que hable sin miedo y con sinceridad; basta con esto. Dile cómo estoy y que no la podré ver hasta mañana». iv
iv La única visita que recibían era la de Feliciana y Olmedo. Ni una ni otro agradaban mucho a Maximiliano: ella por ser ordinaria y de sentimientos innobles, incapaz de apetecer la honradez como estado permanente; él por ser muy atropellado, muy hablador, muy amigo de contar cuentos sucios y de decir palabras indecentes.
Maximiliano no iba nunca a las francachelas de su amigo, aunque este le convidaba siempre. Pero se informaba de la salud de Feliciana, como si fuera una señora, y Olmedo también tomaba esto en serio, diciendo: «La tengo un poquillo delicada.
Cansado de hacer solitarios, Olmedo se puso a contar cuentos indecentes, lo que a Maximiliano le pareció muy mal.
En la época, en que se quemaban á millares hechiceros alemanes y era un delito dudar siquiera de los pactos con el diablo, se burlaban los españoles de estas cosas, mirándolas como delirios y engaños de la plebe. Véase el Coloquio de los perros y el Licenciado Vidriera, de Cervantes, y las comedias de Lope de Vega y de Agustín de Salazar, tituladas El caballero de Olmedo y La segunda Celestina.
Si existiera el uniforme de perdido, Olmedo se lo hubiera puesto con verdadero entusiasmo, y sentía que no hubiese un distintivo cualquiera, cinta, plumacho o galón, para salir con él, diciendo tácitamente: «Vean ustedes lo perdulario que soy». Y en el fondo era un infeliz. Aquello no era más que una prolongación viciosa de la edad del pavo.
Cual página mas grande para escribir su nombre Que esas gigantes moles que mundos equilibran. Olmedo dice en el Canto á Junin, hablando de los Andes: «El mundo con su peso equilibrando.» Como á la inmensa tumba del inmortal Moreno Bastar pudo tan solo la inmensidad del mar. Don Mariano Moreno. Todos saben que habiendo muerto durante la navegacion su cadáver fué arrojado al mar.
Pidamos para el campo las mieses abundosas, El pan para los pobres, virtud á las hermosas, Y para el pueblo todo la luz de la razon. «Dad á nuestros campos mieses abundosas, «Aunque niegues su brillo á los metales; «Dad naves á los puertos, «Pueblos á los desiertos, «A las armas victoria, «Alas al génio y á las musas gloria.» OLMEDO Canto á Junín.
Palabra del Dia
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