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Agradábale más vagar solo que en compañía de Olmedo, porque este le distraía, y el goce de Maximiliano consistía en pensar e imaginar libremente y a sus anchas, figurándose realidades y volando sin tropiezo por los espacios de lo posible, aunque fuera improbable.

Pasó Rubín a la salita, y dejando su capa, se sentó en un sillón de hule cuyos muelles asesinaban la parte del cuerpo que sobre ellos caía. Olmedo quería que su amigo jugase con él a la siete y media; pero como Maximiliano se negase a ello, empezó a hacer solitarios.

Ya no vivían juntos, porque Olmedo había dado un cambiazo en sus costumbres volviéndose aplicadísimo a cara descubierta.

Toda aquella tarde dominaron en el espíritu de la joven las ideas optimistas, porque él se dejó decir algo de su herencia, de tierras e hipotecas en Molina de Aragón, asegurando que sus viñas podían darle tanto más cuanto. Por la noche avisaron para que les trajeran café, y vino el mozo de la Paz con él. Olmedo y Feliciana entraron de tertulia.

En cambio, Feliciana y Olmedo iban con más frecuencia, llevando ella una amiguita que acababa de salir de San Juan de Dios. En las últimas semanas del 74, Rubín volvió a sentir comezón de lecturas.

Olmedo no podía aguantar más la horrible desazón, el asco y el vértigo que sentía; pero continuaba con el cigarro en la boca haciendo que tiraba de él, pero sin chupar cosa mayor. Feliciana, por su parte, había empezado a campar por sus respetos. Lo dicho, la honradez y el amor eran cosas muy buenas; pero no daban de comer. El calavera de oficio no se permitió aquella noche ninguna barrabasada.

Consta de los documentos de esa época, que residieron en ella todos los célebres actores y actrices de los siglos XVII y XVIII, desde Agustín de Rojas y Alonso de Olmedo, hasta Manuel García Parra y Mariano Querol, y desde María Riquelme y María Calderón, hasta la Ladvenant y la Tirana, viviendo en las calles de las Huertas, Amor de Dios, San Juan, Santa María, Francos, Cantarranas y León; costumbre seguida por los actores y actrices modernos, hasta hace poco, como Rita Luna, Isidoro Máiquez, Guzmán, Latorre, Romea y otros.

Maximiliano comunicó a Olmedo sus planes de casamiento encargándole el mayor sigilo, porque no convenía que se divulgasen antes de tiempo, para evitar maledicencias tontas.

Llevaba Olmedo una vida muy poco ejemplar, mudando cada mes de casa de huéspedes, pasándose las noches en lugares pecaminosos, y haciendo todos los disparates estudiantiles, como si fueran un programa que había que cumplir sin remedio.

El duque de Viseo. El castigo sin venganza. 65 CAPÍTULO XV. Comedias caballerescas. Castelvines y Monteses. El nuevo Pitágoras. La octava maravilla, é indicación de los argumentos de otras. 93 CAPÍTULO XVI. La fuerza lastimosa. Don Lope de Cardona. La hermosa Alfreda. Laura perseguida. Otras comedias. El caballero de Olmedo. Lo cómico de Lope de Vega. Amar sin saber á quien. 123