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Actualizado: 28 de junio de 2025
Allá, después de un buen cuarto de hora, cuando aún no estábamos a la mitad del camino, observé que Gloria me dirigió con el rabillo del ojo una rapidísima mirada, como si tuviese curiosidad de ver lo que yo hacía. No sé lo que pasó por mí. Sentime de pronto revivir, como un hombre medio ahogado a quien sacasen la cabeza fuera del agua.
Contó en voz alta más de cuarenta vagones, sin poder llegar al término del convoy, oculto aún por una revuelta. Debe ser un batallón... todo un batallón en pie de guerra. Más de mil soldados dijo con autoridad, satisfecho de mostrar su buen ojo profesional ante los compañeros de mesa, que no le oían.
Aquí los tienes dijo sentándose al lado de su hermano. Mira a mamá ¡qué bien está! Tan guapetona como siempre añadió guiñando un ojo y apuntando con los labios a su madre, que estaba sentada de espaldas a ellos. ¿No te apetece darla un beso?... Vamos, dáselo...
Todo eso y más acontece por los buenos respondió el grande , y siempre he oído decir que las buenas habilidades son las más perdidas; pero aún edad tiene vuesa merced para enmendar su ventura. Mas si yo no me engaño y el ojo no me miente, otras gracias tiene vuesa merced secretas, y no las quiere manifestar.
Ojo, pue, con el pico, ¿eztamo? Pues no diremos nada de las cerdas que le salían por las manos y las muñecas, que podían competir muy bien con las de los cepillos más ásperos.
El tipo corresponde en esa parte al de las tapadas de Lima, que segun entiendo tienen de sobra con solo un ojo visible para excitar vivamente el interes.
Ojo al corazón es lo primero que te digo. No permitas que te domine. Eso de echar todo por la ventana en cuanto el señor corazón se atufa, es un disparate que se paga caro. Hay que dar al corazón sus miajitas de carne; es fiera y las hambres largas le ponen furioso; pero también hay que dar a la fiera de la sociedad la parte que le corresponde, para que no alborote.
En casa la hablaba y la mimaba: cuando salía á dar algún corto paseo por el contorno la invitaba para que le acompañase, aunque tuviese que abandonar alguna faena doméstica, le mostraba sus haciendas y comunicaba con ella sus planes de reforma. Nada de esto escapaba al ojo avizor de los campesinos que al paso de ellos se dirigían miradas y sonrisas de inteligencia.
Dejé, como fray Gerundio, los estudios y me metí a predicador; es decir, me hice militar en obsequio de la patria. En la campaña perdí la carrera, la paciencia y un ojo; y las circunstancias me dejaron tuerto y capitán: sabe el cielo que para ninguna de estas dos cosas servía.
¿Cómo está doña Paula? ¿Le ha desaparecido la rija del ojo? ¿Y Pablo? ¿Continúa con la misma afición a los caballos? ¿Y Venturita? A todas sus preguntas respondió el señor de Belinchón con monosílabos. ¿Sabes, Gonzalo dijo parándose de pronto, que por un poco me mato ahora mismo? ¡Cómo! Le contó con prolijidad el percance del muelle. Terminado el relato, cayó en una profunda consternación.
Palabra del Dia
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