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Actualizado: 3 de julio de 2025
Sobre todos los númenes te elevas cual Dios único. ¡Oh custodia y faro de la verdad! ¿Eres tú el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?».
Para hospedarle con decoro y hasta con lujo, acudió a doña Luz pidiéndole las mejores habitaciones de su casa solariega, no ocupadas por su sobrino; y para ofrecer a D. Jaime un buen caballo en que montar e ir de pueblo en pueblo, acudió asimismo a doña Luz, pidiéndole prestado su hermoso caballo negro. Doña Luz tuvo que acceder a todo.
A la chica se le ocurrió ser, o fingirse, desinteresada, preferir los locos juegos del amor a las propinas, ofrecer sus servicios, con discretísimas medias palabras y buenas obras, a cambio de un cariño que Mesía no estaba en circunstancias de prodigar. «¡Pobre Ana, qué sabía ella de todas estas complicaciones!». No sabía tampoco don Álvaro tanto como él creía.
Palabra, hijo mío, no hay que pensar en el contrabando; no nos queda ya más que un camino, y es el de ir a ofrecer nuestros servicios a los insurrectos de la América del Sur; pero antes de partir quiero ver a la monja.
El patriarca, que parecía la expresión humana de aquella tranquilidad melancólica, volvió a tomar la palabra, diciendo: La felicidad de mi hermano y la mía dependen de que yo tenga un hijo que ofrecer por esposo a Florentina, que es tan guapa como la Madre de Dios, como la Virgen María Inmaculada según la pintan cuando viene el ángel a decirle: «el Señor es contigo...» Mi ciego no servirá para el caso... pero mi hijo Pablo con vista será la realidad de todos mis sueños y la bendición de Dios entrando en mi casa.
El hotel es en Lóndres la forma conspicua del sofisma, pues está preparado segun todas las reglas de la fascinacion para recibir dinero sin ofrecer en cambio casi otra cosa que apariencias ó ilusiones.
Una altanera ciudad acababa de ofrecer la ocasión.
Yo te voy a presentar los dos casos que se te pueden ofrecer en tu vida legal, y para los dos te voy a dar mi consejo franco, leal, con un gran sentido de la realidad.
No pude llegar a él ni ofrecer imposibles por el rescate de la presa, y así fué forzoso el volvernos, sin ninguna esperanza de cobrar nuestra pérdida; y, por no ser otra la derrota que el navío llevaba que aquella que el viento le permitía, no podimos por entonces juzgar el camino que haría, ni señal que nos diese a entender quiénes fuesen los vencedores, para juzgar siquiera, sabiendo su patria, las esperanzas de nuestro remedio.
Todas se asemejan á las églogas pastoriles de Encina en estilo, en espíritu y estructura, si bien se diferencian de ellas en ofrecer muchas escenas burlescas de la hipocresía y superstición, causas, sin duda, de que la Inquisición interviniera inutilizando la mayor parte de los ejemplares. La segunda de las farsas mundanas, reimpresa toda por Gallardo, es muy bella.
Palabra del Dia
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