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Actualizado: 1 de mayo de 2025
¿Entonces Dawson participó del secreto, como también de los beneficios? observé atónito ante la asombrosa verdad.
Mis ojos no se apartaban casi nunca de su rostro: ella entornaba a menudo los suyos para dirigirme una sonrisa apretando al mismo tiempo mi mano. Observé, no obstante, que se había amortiguado un poco la viva expresión de su fisonomía y que iba perdiendo aquella graciosa volubilidad del principio.
Jacobo permanecía meditabundo ante el pavoroso problema que se planteaba y Marenval tomó la palabra: Observe usted, querido, que lo verdaderamente raro en este asunto es que hay en él un verdadero desafío al buen sentido.
Observé que Villa no salió de casa y daba vueltas en torno mío, con cierta inquietud y como si desease hablarme.
Pero hacía ya algunos días que, desengañado tal vez, o por ventura para hacerse interesante, se dedicaba a una de las de Enríquez, que, con ser amiga y parienta de la condesita, le había recibido con los brazos abiertos. Entonces observé que ésta procuraba atraérselo de nuevo, prodigándole aquellas sonrisas cándidas y bellas de querubín con que le había enloquecido a él y a otros muchos.
Emprendí otra vez la carrera furiosa, y cuando entró en la calle de la Borceguinería tuvo que acortar el paso y le alcancé. Seguile de cerca, y al entrar en la calle de San José me adelanté y fui a situarme delante del convento. No tardó en llegar y pararse. Observé que un individuo que estaba en el portal del colegio tiró de la campanilla y que la puerta se abrió instantáneamente.
Frecuentemente son sólo situaciones en bosquejo, escenas sueltas sin enredo dramático, aunque á veces se observe en ellos interés más concentrado, intriga y complicación en la fábula, en cuanto es posible en tan reducido espacio.
No quise levantar la vista del suelo, porque temía desfallecer; mas el silencio pavoroso y extraordinario que observé en torno mío, incitome a alzar los ojos. ¡Qué sorpresa y qué ventura! La calle estaba desierta. Fuera del cortejo que me rodeaba, ni una sola figura humana veíase cerca ni lejos.
No sé qué tiene que ver el orgullo con esto le observé. ¡Si es eso! Yo soy enfermizo, excitable, expuesto a continuos mirajes y debo equivocarme siempre. ¡Tú, no! ¡Lo que dices es la ponderación justa de lo que has visto! Te juro... ¡Bah; déjame en paz! concluyó cada vez más irritado con mi tranquilidad, que era para él otra manifestación de orgullo.
Dame las tijeras y el ovillo.... Mira que si no me los das no tendrás flores en tu mesa... ¡flores puestas por mí! Le dí lo que pedía. Al dárselo observé que tenía los ojos arrasados en lágrimas.
Palabra del Dia
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