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Actualizado: 11 de noviembre de 2025


La señora doña Guiomar de Quiñones se quiso arrojar del coche para besar los pies y las manos del gran Roque, pero él no lo consintió en ninguna manera; antes le pidió perdón del agravio que le hacía, forzado de cumplir con las obligaciones precisas de su mal oficio.

No puedo dedicar mucho tiempo a escribir, porque los cuidados de los pobres, durante este frío invierno, me absorben la mayor parle del tiempo; además de esto, me han encargado de la presidencia de la junta de caridad establecida en esta población; no me es posible cumplir con exactitud mis obligaciones a pesar del auxilio que para ello me presta Mme. de Villeneuve, la esposa del Gobernador de la provincia, joven muy amable, a quien considero como si fuese una hija; yo no por qué las jóvenes sienten por tanta predilección; será sin duda porque yo, acostumbrada a amar a mis hijas, siento una ternura grande dentro de mi corazón y una inclinación irresistible hacia las jóvenes con quienes tengo tratos.

Admiró extrañamente esta novedad, y mudanza á los Catalanes, y Aragoneses, que esperaban de su mano vivir de allí adelante con honra y comodidad; porque como el Duque se criára en Sicilia, en el Castillo de Agosta, mostraba aficion á los Catalanes, y hablaba su lengua como si fuera natural y propia suya. Quedaron suspensos de velle, tan trocado, quando mas prendas y obligaciones corrian.

La prueba mayor que tengo para convencerme de la docilidad y buena disposición de estos indios es que hace tres años que se han mantenido sin religioso que los doctrine y gobierne, y en todo este tiempo ni han abandonado la reducción, ni han dejado de cumplir en lo posible con las obligaciones de cristianos.

Sin duda a no me destinaban a la marinería, porque me llevaron a la cámara de popa, me mostraron mi hamaca y un cofre de cinc y me dijeron que me explicarían mis obligaciones. Me conformé rápidamente. Como decía antes, el hombre, en la vida y en el mar, no tiene mas que dos derroteros: el torcido y el derecho.

Pero no podía, no podía. Mis obligaciones... ¡Ah!, señora, crea usted que tengo el corazón destrozado, y que tardaré en consolarme de esta pesadumbre... La había tomado yo tanto cariño, que a todas horas la tenía en el pensamiento. Mi destino me ligaba a ella, y hubiéramos sido felices, , felices, créalo usted... Nos habríamos ido a otro país, a un país lejano, muy lejano.

El jurisperito, gran madrugador, había vuelto de misa y del acostumbrado paseo por la alameda de Santa Catalina, o sea el Bosque Pancracio de la Vega, y muy instalado en su poltrona aguardaba la llegada de su nuevo amanuense. ¡Adelante, joven! dijo en alta voz. ¡Adelante! ¡Bien! ¡Bien! ¡Me place la exactitud! Tome usted asiento. Voy a decirle cuáles son aquí sus obligaciones.

Y el buen mozo tomó para su viaje los fondos de la familia, todos los ahorros de la renta, destinados a pagar deudas apremiantes, y «el quinto» de Julio, y salarios y obligaciones urgentes de la casa.

Sin abandonar mis obligaciones sociales y mundanas visitas, tertulias, juntas de caridad, bailes, saraos, funerales, bodas consagro la mayor parte del tiempo a la lectura.

7 Don Diego de Noche, de D. Francisco de Rojas. 8 La morica Garrida, de Juan Bautista de Villegas. 9 Cumplir dos obligaciones, de Luis Vélez de Guevara. 10 La misma conciencia acusa, de D. Agustín Moreto. 11 El monstruo de la fortuna, de tres ingenios. 12 La fuerza de la ley, de D. Agustín Moreto. 1 Darlo todo y no dar nada, de D. Pedro Calderón. 2 Los empeños de seis horas, de D. Pedro Calderón.

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