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Actualizado: 4 de junio de 2025
Después sacó de las hondas faltriqueras del sobretodo el Indicador de los Caminos de Hierro, y con el dedo índice, fue recorriendo las estaciones del itinerario de viaje. Es de rigor saber de qué boca partió el soplo que encendió la antorcha de aquellas nupcias.
Había grupos curiosos y dignos de examen, ofreciendo el andén de la estación de León golpe de vista muy interesante para un pintor de género y costumbres. Ni más ni menos que en los países de abanico cuyas mitológicas pinturas representan nupcias, se notaba allí que el séquito de la novia lo componían hembras, y sólo individuos del sexo fuerte formaban el del novio.
Porque el cocinero mayor, aunque vive en el alcázar, no recibe en él á persona viviente. ¡Cómo! No recibe en su casa por dos muy buenas razones. ¿Y cuáles son esas buenas razones? La una es su mujer y la otra su hija; desde que su hija cumplió los catorce años nadie entra en su cuarto; y desde que se casó en segundas nupcias ha clavado las ventanas que dan á las galerías. ¡Bah!
Las bodas se efectuaron tres semanas después de la historiada proeza en la iglesia de San Agustín, y como la joven pareja se pusiera de acuerdo para no llevar a cabo el reglamentario viaje de novios, se instalaron la noche misma de sus nupcias en el hotel que Marianita había hecho comprar a su marido, calle Monceau, hotel cuyo arreglo presidió ella misma dando muestra en el mobiliario y tren de su proverbial buen gusto, porque no era esta cualidad la que precisamente faltase a Mariana.
Por fin, henos en Fort-de-France, el antiguo Port-Royal, el teatro de tantas y tenaces luchas entre ingleses y franceses, la patria de la dulce Josefina Beauharnais, cuya estatua, en el lascivo traje del Directorio, se levanta en la plaza; he ahí el punto donde pasó su juventud aquella mademoiselle d'Aubigné, que debía casarse en primeras nupcias con un rimador paralítico y mendicante y en segundas con un señor Borbón, que reinó sesenta años en Francia bajo el nombre de Luis XIV.
Pero aunque doña Inés no dijo por lo pronto nada a don Paco, se la tenía guardada y seguía observando y averiguando por medio de Crispina, en la creencia de que era a Juana y no a Juanita a quien su padre pretendía o cortejaba. Esta creencia mitigaba no poco el disgusto de doña Inés, porgue no podía entrar en su cabeza que su padre intentase jamás contraer segundas nupcias con Juana la Larga.
Sabido es que Pizarro tuvo en doña Angelina, hija de Atahualpa, un niño a quien se bautizó con el nombre de Francisco, el que murió antes de cumplir quince años. En doña Inés Huaylas o Yupanqui, hija de Manco-Capac, tuvo una niña, doña Francisca, la cual casó en España en primeras nupcias con su tío Hernando, y después con don Pedro Arias.
No era Borrén un casamentero, porque, generalmente hablando, el casamentero se propone un fin moral, y a Borrén la moral-hombre, con franqueza le tenía sin cuidado. Si el cuento acababa en nupcias, bien, y si no, lo propio; Borrén hacía arte por el arte; el amor le parecía objeto suficiente de sí mismo.
Le estaba vedado por lo tanto contraer justas nupcias. Pero no pensaba que le estuviesen vedadas igualmente las injustas. En todo el valle no existía hombre más enamorado ni que poseyese armas amorosas de más alcance. Sus conquistas se contaban por docenas. Habitaba en el caserío de Iguanzo, del lado de allá del río, frente por frente de Entralgo.
Era un hombrecillo rechoncho, vigoroso, fiel a todos los ejercicios de su juventud, que tenía más fe en el juego de pelota que en los médicos, para conservar imperturbable salud. A los setenta años habíase casado, en segundas nupcias, con una joven noble y pobre, que le había hecho padre dos veces, y no perdía la esperanza de verse abuelo bien pronto.
Palabra del Dia
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