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Actualizado: 15 de junio de 2025
Así es que he tenido que preparar algo: ayer matamos un buey el pobre Schwartz, usted sabe que pesaba más de novecientos kilos; traigo aquí el cuarto trasero para la comida de esta mañana. Catalina exclamó Juan Claudio conmovido , por bien que la conozca, siempre encuentro algo nuevo y admirable en usted. Nada le pesa; ni el dinero, ni el trabajo, ni los sacrificios.
7 Y de los hijos de Benjamín: Salú hijo de Mesulam, hijo de Hodavías, hijo de Asenúa; 8 e Ibneías hijo de Jeroham, y Ela hijo de Uzi, hijo de Micri; y Mesulam hijo de Sefatías, hijo de Reuel, hijo de Ibnías. 9 Y sus hermanos por sus linajes fueron novecientos cincuenta y seis. 10 Y de los sacerdotes: Jedaías, Joiarib, Jaquín;
Y entonces, ¿por qué hemos de llamarle five o'clocks a los bocadillos?» De cada mil gallegos puede decirse que han estado en Buenos Aires lo menos novecientos. En cambio, apenas si dos o tres se habrán atrevido a llegar hasta Madrid.
Los indios canichanas, moradores de San-Pedro, que alcanzan hoy en dia al número de mil novecientos treinta y nueve, se asemejan en todo á los indios tobas del Gran-Chaco, y algunas de sus costumbres son enteramente idénticas.
En el Bajo Saona soy el campeón de las ideas avanzadas; los republicanos cuentan siempre conmigo; recibí proposiciones de Fumeux. ¿No lo conoce usted? EL JUEZ. No. ELOY. Es el boticario de Bizons-les-Dames, un agente de la reacción, a quien derroté en las elecciones de mil novecientos catorce. Este me dijo: «Genvrain: ¿quiere usted figurar conmigo en la lista de candidatos?
Brillante ejemplo del primer caso presta el pedazo de papiro señalado con el número 531, donde se lee un coro del Orestes de Eurípides, con la música con que se cantaba, y también con la música instrumental del acompañamiento. Este papiro es casi contemporáneo del nacimiento de Jesucristo: debe de tener mil novecientos años de antigüedad. Yo no sé en qué consiste, ni me parece que el Sr.
27 Fueron, pues, todos los días de Matusalén, novecientos sesenta y nueve años; y murió. 29 y llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos consolará de nuestras obras, y del trabajo de nuestras manos de la tierra, a la cual el SE
En el primero de esos territorios de la miseria viven amontonados, enhambrecidos y generalmente miserables, mas de novecientos mil individuos.
Presénteme uno solo de sus argumentos, y guarde los novecientos noventa y nueve restantes, que ni tiempo hay sobrado ni ocasión es ésta para hacerme cargo de ellos. Entonces el corregidor metió mano al bolsillo, y entre el pulgar y el índice sacó una onza de oro. ¿Ve su señoría este argumento? ¡Eso es una pelucona, señor corregidor!
¡Reparona! ¿Qué más da? Son novecientos ochenta declaró D. José, haciendo gala de su saber de cuentas. ¿Quiere usted callar?... Usted, Sr. D. Pepe, no tiene que poner su carne en este garfio. La equidad, amiga D.ª Encarnación... ¡Amiga, doña!... Diga usted, tío Lilaina, ¿en qué bodegón hemos comido juntos? ¿Se quiere usted meter en sus cosas y dejarme a mí? Falta un duro repitió Isidora.
Palabra del Dia
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