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Nosotros mismos, los vascos, estábamos furiosos. Sabíamos cómo las gastaban los ingleses. Cuando cogían algún negrero, solían ahorcar al capitán y vendían los negros por su cuenta; si el barco era sospechoso de piratería, se quedaban con la presa. Así trabajaban por la humanidad y por el bolsillo. A nosotros podían acusarnos de negreros y de piratas.

El letrero privilegiado no lo alcanzo a ver en ella, por más cuidado que en ello pongo. ¿Y cuál es ese letrero, padre mío? repuso afligido Caleb. Joven querido, son tal y tal y pronunció dos palabras árabes desconocidas para nosotros. ¿Y qué quieren decir tales palabras?...

Otra vez el pastor, mensajero del Eterno, pasa junto á él cantando tristes endechas y destrozando lentamente la corona de flores, que había formado para él. Esta escena impresiona vivamente por el terror y la compasión que excita en nosotros.

El bizarro y extraño nombre de Socarrao me admiraba algo, y de ello se apercibió el pescador. Son motes, caballero; apodos que aquí tenemos, lo mismo los hombres que las barcas. Es inútil que el cura gaste sus latines con nosotros; aquí quien bautiza de veras es la gente.

6 Y ellos saldrán tras nosotros, hasta que los arranquemos de la ciudad; porque ellos dirán: Huyen de nosotros como la primera vez. Huiremos, pues, delante de ellos. 7 Entonces vosotros os levantaréis de la emboscada, y tomaréis la ciudad; pues el SE

Al ver tantos cañones, tantos grupos de naciones vencidas, tantas banderas, tantos trofeos, parece que vemos pasar delante de nosotros una procesion de esqueletos ensangrentados.

Todos vivimos con arreglo a lo que dijo Moisés, a lo que dijo Buda, Jesús, Mahoma u otros pastores de hombres, cuando lo natural y lo lógico sería vivir con arreglo a lo que pensamos y sentimos nosotros mismos. Jaime miró detrás de él, como si sus ojos quisieran buscar en el interior de la casa la dulce figura de Margalida.

Las enseñanzas de la historia son letra muerta para muchos murmuró la abuela... Es curioso añadió, el ver cuántas personas inteligentes hay entre nosotros a quienes la historia no ha enseñado nada. ¡Aprender!... Esa es toda la filosofía de la vida, abuela querida... Pides demasiado. La abuela, sorprendida, me miró atentamente.

Y yo les doy mi palabra de olvidar en seguida lo que haya sabido. Tragomer y Vesín se estrecharon afectuosamente la mano. El vizconde encendió un cigarrillo y dijo con tanta calma como si se tratase de una expedición de placer: Como usted comprenderá, el negocio para nosotros es no asustar á los verdaderos culpables.

Ya que dan con tanta abundancia, sabed si quiera recoger sus dones. Su riqueza alimenticia va á amamantaros por torrentes. «Más dicen aquéllos; precisamente carecemos nosotros de lo que constituye el sostén y como la armazón del hombre. Nuestra osamenta se dobla, se encorva, se comprime, gracias al harto débil alimento que sólo sirve para engañar el hambre.