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Actualizado: 15 de junio de 2025
Primero le habían apodado Schopenhauer, por la frecuencia con que citaba a su filósofo favorito; después Nietzsche; pero estos nombres eran de difícil pronunciación, y una noche que Maltrana, aislado de la realidad, osó recitar en griego algunas docenas de versos de la Ilíada, acordaron todos llamarle Homero para siempre.
Gener, debemos divertirnos, holgarnos, pasarlo lo mejor que se pueda en este mundo, y el super-hombre ya vendrá sin que le traigamos nosotros. Aceptando las opiniones en que Nietzsche y Gener concuerdan, Nietzsche es ilógico, y es muy lógico Gener. Según asegura Nietzsche, Jehová ha muerto.
Y la voz cavernosa de «Nietzsche», el cuñado de Pueyo una especie de Harpagón , que interrumpe, con «ritornello» de «miserere». ¡Acabarán por arruinarte, Gregorio! ¡Acabarán por arruinarte! Barriobero acepta el encargo y los cuatro duros, y escribió la novela, interesante y «documentaria», como él dice.
El obispo es uno de esos hombres espirituales que cuando comen lo hacen como a pesar de ellos, con discreción, dando a las elegantes razones que se cruzan entre los comensales, más importancia que a las viandas. Nietzsche, Schopenhaüer, Stirner dice el obispo son los bellos libros de caballerías de hogaño.
Gener tiene razón que le sobra, por qué Nietzsche se somete con gusto a toda clase de padecimientos y de malos tratos con tal de que se consiga la aparición del super-hombre. ¿Qué le va ni qué le viene con dicha aparición, si él no ha de ser el super-humanado, si él no ha de pasar de un cualquiera, de un pobre diablo, de simple profesor, con poquísimo dinero, con menos consideración y campanillas, y terminando al cabo porque le encierren en un manicomio?
Gener sospecha que en el organismo o en la sangre de Nietzsche había no poco de mogol o de tártaro, producida tal vez dicha mezcla cuando invadieron el Oriente de Europa las hordas de Gengis-Kan, de Timur o de otros fieros conquistadores turaníes.
La voluntad es el cincel que ha esculpido a ese pueblo en dura piedra. Sus relieves característicos son dos manifestaciones del poder de la voluntad: la originalidad y la audacia. Su historia es, toda ella, el arrebato de una actividad viril. Su personaje representativo se llama Yo quiero, como el «superhombre» de Nietzsche.
Aquí le interrumpió Argensola: «¿Y si la cultura alemana no existiese, como lo afirma un alemán célebre?» Necesitaba contradecir á este pedante que los abrumaba con su orgullo. Hartrott casi saltó de su asiento al escuchar tal duda. ¿Qué alemán es ese? ¡Nietzsche! El profesor le miró con lástima.
EN los banales y sutiles ajetreos de la farándula política, en que el favoritismo se yergue en divinidad sobre su propia bahorrina, es edificante la evocación de un episodio hondo de desolación inquietante y cruel, de la vida extraña de aquel inadaptable genial, de «aquel celeste Edgardo» cuyo nombre figura en esa fúnebre antología de anormales y degenerados entre los otros grandes locos: Nietzsche y Baudelaire.
Wágner es el último romántico, cierra una época y pertenece al pasado. Nietzsche tuvo empeño en demostrar su origen polaco y abominó de Alemania, país, según él, de burgueses pedantes. Su eslavismo era tan pronunciado, que hasta profetizó el aplastamiento de los germanos por los eslavos... Y no quedan más.
Palabra del Dia
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