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Actualizado: 29 de noviembre de 2025


Después de decirse que en estas islas la virginidad es una deshonra, creemos que bien puede asegurarse lo de los nidos en los rabos de los carabaos; lo de los misteriosos embozados de la calle de San Jacinto; lo de la persecución del anay por fuerzas del ejército; lo de los rabos de las indias de la costa de Baler lo de los tigres de Mariveles, y lo otro y lo otro, incluso el asegurar que el indio es indefinido.

Ya pueden ponerme los vestidos que quieran: debajo de ellos siempre estará Demetria, la misma rapaza para quien hacías zampoñas y buscabas nidos allá en el monte, la misma que acompañaste en las romerías tantas veces. El mozo de la Braña escucha estas nobles palabras con alegría y guarda silencio paladeando su sabor delicioso.

No sabía Carmen si quería a Fernando; no sabía tampoco si le olvidaba; sólo supo que la vida la llamaba a gritos desde los campos y desde los bosques, desde las huertas y desde los nidos, desde el cielo irisado en amaneceres risueños y desde los espinos en flor.

Y, finalmente, dieron con ellos en el bosque, donde les sucedió todo lo que el prudente ha leído; y si no fuera por los pensamientos extraordinarios de don Quijote, que se dio a entender que el bachiller no era el bachiller, el señor bachiller quedara imposibilitado para siempre de graduarse de licenciado, por no haber hallado nidos donde pensó hallar pájaros.

Parece chino el palacio de Anam, con sus maderas pintadas de rojo y azul, y en el patio un dios gigante del bronce de ellos, que es como cera muy fina de color de avellana, y los techos y las columnas y las puertas talladas a hilos, como los nidos, o a hojas menudas, como la copa de los árboles.

El amor debe de ser el dios a quien se rinde culto en tales nidos tibios y suntuosos. Algunas veces al través de sus persianas he oído los dulces acordes de un piano. ¡Cuántas cosas bellas cruzaron entonces por mi mente! ¡Cuántas novelas interesantes se me presentaron de improviso!

Para que la mayoría de los hombres no se sientan inclinados a expulsar a las golondrinas de la casa, siguiendo el consejo de Pitágoras, es necesario argumentarles, no con la gracia monástica del ave ni su leyenda de virtud, sino con que la permanencia de sus nidos no es en manera alguna inconciliable con la seguridad de los tejados.

Y Sor Marcela pasó repetidas veces por delante de la cárcel, volviendo de registrar los nidos de las gallinas, por ver si tenían huevos, o de regar los pensamientos y francesillas que cultivaba en un rincón de la huerta.

Los últimos fuegos del moribundo sol fulguraban en la tranquila ciudad, en los azulejos de las cúpulas, y de los campanarios, y espejeaban en las vidrieras, y prestaban brillos argentados al Pedregoso. Las aves volvían raudas a sus nidos, millares de pajarillos cantaban en los matorrales de la colina, y el viento susurraba en las gramíneas.

Era de un solo piso, vetusta; gran corredor de madera ya carcomida, cubierto casi todo él por una vigorosa parra, que lo aprisionaba por debajo con sus mil brazos secos y le servía de hermosa guirnalda por arriba; el vasto alero del tejado poblado de nidos de golondrinas; la puerta de la calle negra por el uso y partida al medio como las de toda aquella comarca; por entrambos lados huerta, cuyos árboles frutales aventajaban con mucho la altura de la pared.

Palabra del Dia

farfantona

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