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Actualizado: 12 de noviembre de 2025
Arrastrándose como una bestia, casi a flor del suelo, llegó a ver el extremo inferior de su escala, luego los peldaños superiores, y al fin la puerta negra en mitad del cubo de la torre, que aparecía blanco bajo el fulgor de las estrellas. ¡Nadie! El enemigo había huido.
Las embarcaciones tocábanse unas á otras amarradas á las enormes anillas de los malecones, en cuyas piedras una faja húmeda y fangosa marcaba las subidas y descensos de las mareas. Veíase el incesante ir y venir de las cargueras, míseras mujeres de ropas sucias y cara negra, pasando y repasando como filas de hormigas por los tablones que servían de puente entre los buques y el muelle.
Y cuidado, que no soy yo el que niega á un criado, ni á nadie, el derecho que tiene de emplear su dinero como mejor lo entienda, comprándose frac verde ó azul, y una corbata negra ó amarilla.
Tendría poco más de un metro de altura, y hallábase correctamente vestido de etiqueta, frac y corbata blanca, calzón corto, media de seda negra y zapato con hebilla. Llamábanle en la casa don Joselito, y cobraba siete mil reales de sueldo, con la sola obligación de anunciar las visitas y realzar con su estrafalaria figura la aureola de elegante originalidad que rodeaba en todo a Currita.
Pero cuando pensaban ya en qué castigo deberían imponer á Flimnap y sus compañeros, los párrafos obscuros y descorazonantes del profesor hicieron resurgir su optimismo y su bondad. Una de las varias muchachas de la Guardia que curioseaban en torno del revólver se había quitado el casco para asomarse á la negra boca del cañón del arma.
Maltrana salió a la calle, y a los pocos pasos hubo de apoyarse en la pared. Tenía frío: un frío de sepulcro, que se le colaba hasta el alma. Lucía el sol de la tarde, un sol que Isidro no había visto nunca; un sol obscuro, empañado, fúnebre, como si el astro del día enviase sus rayos al través de negra urdimbre; como si estuviese envuelto en un crespón. Ya no volvió a las Cambroneras.
10 La negra por el honor, de D. Agustín Moreto. 11 No está en matar el vencer, de D. Juan de Matos. 12 San Antonio Abad, de D. Fernando de Zárate. 1 Querer por sólo querer, de D. Antonio de Mendoza. 2 Sufrir más por valer menos, de D. Jerónimo Cruz. 3 Mentir por razón de Estado, de D. Felipe de Milán y Aragón. 4 No hay gusto como la honra, de D. Fernando de Vera y Mendoza.
Calló Salvatierra, y viendo que oscurecía, dio una vuelta, comenzando a desandar el camino. Jerez, como una gran mancha negra, recortaba las líneas de sus torres y tejados sobre el último resplandor del crepúsculo, mientras abajo perforaban su oscuridad las rojas estrellas del alumbrado. Los dos hombres vieron marcarse sus sombras sobre la blanca superficie del camino.
Sus abundantes patillas se destacan libremente como dos bellos matorrales al pié del sombrero calañés, sin alas y adornado también con algunas borlas de seda negra. Sus polainas, de las cuales penden innumerables borlitas y cintitas del mismo cuero, le dan un aire de chalan muy original.
La paternidad acababa de arrojar su fardo de inquietudes, de graves afectos y penosos deberes en medio del camino de su amor. ¡Un hijo!... Adiós, juventud. Maltrana creyó que caía de golpe sobre sus hombros la capa de plomo de los años; vio más negra, más triste, la miseria en que vivía. Fue un sentimiento indefinible, en el que se mezclaban la satisfacción y el miedo.
Palabra del Dia
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