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Cumplimentaron después á los neófitos, abrazándoles en señal de paz y de amor, y les alojaron en sus casas, dándoles parte de la pobreza y escasez del país.

A su imitación los neófitos, dejadas las armas, se ofrecieron á acompañarle en el peligro y en poner á riesgo su vida; y para que no hubiese alguno que faltase á sus órdenes, puso á la punta de todos á un santo indio, llamado Juan Quiara, amado de todos, aun de los gentiles, por la bondad de su vida é inocencia de sus costumbres.

La afición de doña Luz no se diferenciaba a sus ojos de la que le tuvieron estos o aquellos neófitos indios, chinos o anamitas, salvo en ser la afición de doña Luz más de estimar por la excelencia de la persona que la sentía, en quien el Padre hallaba un sin número de brillantes calidades: un espíritu cultivadísimo y capaz de elevarse a las esferas más encumbradas del pensamiento y un corazón lleno de afectos tiernos, nobles y puros.

Mirad, Señor, que los neófitos tendrán horror á los trabajos y fatigas de la Misión, si perseguidos de los infieles bárbaros y afligidos de las enfermedades, no acudís presto á socorrerlos y librarlos. ¿Quién me acompañará en estos desiertos para abrirme camino y servirme de intérprete para declarar vuestra ley?

Al mismo tiempo Cotaga se echó sobre el Padre para que no tuviese lugar de defenderse; y el otro con un recio golpe le partió por medio la cabeza, y viéndole aún palpitar, le descargó con más furia el segundo; luego los otros traidores acometieron á los neófitos, y en poco tiempo les dieron cruel muerte; y á un indio llamado Francisco Guarayo, que ayudaba á misa al Padre, le mataron á lanzadas.

Sólo había gran copia de agua estantía en las lagunas, y algunas raíces duras y tan amargas como la hiel, y de éstas no en mucha abundancia; por esta causa perdió las esperanzas de llegar al término de su viaje, porque fuera de lo dicho, habían también con los trabajos caído enfermos no pocos de los neófitos, y los demás apenas se podían tener por la falta de alimento.

Entonces los paisanos, todos juntos, recurrieron á algunos neófitos, rogándoles con lágrimas en los ojos que si eran verdaderas las cosas que les predicaban de Cristo y de su Santísima Madre, los llamasen ahora en su ayuda en lance tan peligroso; y puestos todos de rodillas pidieron á Dios favor y misericordia, prometiendo los infieles recibir el bautismo y su santa ley. ¡Oh, caso milagroso!

Luego, para que las cosas que habían oído se les quedasen más vivas en la memoria, hizo á sus neófitos cantar las excelencias de nuestra fe y los vituperios de aquellos dioses, en ciertas canciones que él mismo había compuesto en aquel idioma, de lo cual recibió tanto gusto y contento aquella buena gente, que las quisieron oir muchas veces para aprenderlas, con tanto empeño, que en gran rato no dejaron descansar á los cantores.

Más de ciento cincuenta lenguas y más diferentes entre que la española y la francesa, hallaron los PP. Cristóbal de Acuña y Andrés de Artieda en las naciones que pueblan las riberas del Marañón, cuando por orden de Felipe IV entraron á reconocer aquellas provincias; en quince lenguas, si mal no me acuerdo, se habla en las misiones de los Moxos, siendo así que no llegan los convertidos á treinta mil; y en estas nuestras Reducciones de Chiquitos hay neófitos de tres y cuatro lenguas.

Persuadióles lo que quería, y con estos pocos compañeros, en el mayor rigor del tiempo, por Febrero del año siguiente, pasó á reconocer el bosque que faltaba por abrir para entrar en los Zamucos; y pareciéndole cobardía el no poner luego manos á la obra para allanar aquella dificultad, cogiendo una hacha y otras á su imitación los neófitos, comenzó á hacer el camino.