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Actualizado: 15 de junio de 2025
Allí ha permanecido siete años, sin poder dar noticia alguna de su existencia, y regresó a Nápoles el mismo día en que debía efectuarse nuestro matrimonio. »¿Y por qué, Carlos, usted, que es tan bueno para todo el mundo, trata con tanta dureza a su padre? »Carlos no me contestó. »¿Por qué rehúsa verle?
»Mis jueces, compadecidos de mi juventud, habían solicitado gracia de la corte de Madrid, la que parecía imposible alcanzar porque la población de Nápoles nos miraba como a héroes, como a mártires de la libertad; había querido derribar las puertas de nuestra prisión, y hasta llegó a intentar una sublevación con el fin de salvarnos; la cual no tuvo otro resultado que asegurar nuestra pérdida.
»Decíame en ella que Teobaldo le había aconsejado que no me escribiese; pero que, al saber que yo estaba enferma, no había podido resistir al deseo de comunicarme sus sentimientos. »El clima de Inglaterra, decía, no le conviene, aumenta sus padecimientos, necesita usted un clima más templado, más dulce, el bello sol de Nápoles, el aire de nuestra querida patria.
Soñando con el virreinato de Nápoles, y no escuchando más que la voz de su orgullo y su amor propio herido, concibió el proyecto de hacerse temer de los que le habían despreciado.
Deslizábase por el Ródano cantando en una galera pontificia y se iba a la corte de Nápoles con la compañía de jóvenes nobles que la ciudad mandaba todos los años junto a la reina Juana para ejercitarse en la diplomacia y en las buenas maneras.
La vida en Nápoles resurgía en su memoria, y sintió la necesidad de explicar sus actos.
Que vayas allá a ayudar con buenos patacones nuestro derecho, que de todo hay necesidad: te daré un poder en forma, y... estás delgado, pálido, hijo mío; vete a la hermosa Nápoles; enamora, gasta, distráete; temo que te me mueras como se me murió mi hermano... y mi temor es muy natural. ¡Diablo! eres lo único que queda de mi familia... Iré a Nápoles, tío.
Retiroso á Génova, donde ayudado de sus amigos, y particularmente de Ticin de Oria, armó una galera, y con ella fué á Nápoles, y ofreciese al servicio de Roberto Duque de Calabria, á tiempo que se prevenia y armaba para la guerra contra Don Fadrique. Hizo Roberto poco caso de su ofrecimiento, y del ánimo con que se le ofrecía, juzgándole por tan corto como el socorro.
Que el rey D. Alfonso V tenía el año 1418 en la galera real dos lombardas que tiraban 9 y 7 libras de pelota de piedra, y solo 10 proyectiles por pieza. Que la otra galera real en que hizo D. Fernando el mismo viaje á Nápoles en 1506, llevaba una lombarda, dos cerbatanas y dos pasavolantes.
¿Pero éste quién es? preguntaba Rafael. ¿Por qué estaba tan desesperado? Un muchacho de Nápoles contestó por fin una tarde Leonora con voz triste, parpadeando, como si quisiera ocultar sus pupilas, en las que asomaban lágrimas. Un día le encontraron bajo los pinos de Posilippo con la cabeza atravesada de un balazo. Quería morir y se mató... Pero recoja usted todo eso y bajemos al jardín.
Palabra del Dia
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