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Mientras tanto los criados comenzaban a dar vuelta a la mesa presentando los platos. Otros, con la botella en la mano, murmuraban al oído de los invitados: Sauterne, Jerez, Margaux, en un tono cavernoso semejante al que emplean los cartujos para recordarse mutuamente la muerte. Yo no bebo más que champagne frappé hasta el fin dijo Pepa Frías al que tenía detrás.

Malas lenguas murmuraban que lo hacía reservándose la mitad de la remuneración, a pesar de lo cual, de cada entierro de primera le quedaban a Tirso veinte reales y treinta de cada novena. Además, servía de festero en ciertas solemnidades, y no le olvidaba el ecónomo cuando había que repartir algunas misas.

2 Y murmuraban los fariseos y los escribas, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. 3 Y él les refirió esta parábola, diciendo: 4 ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va a la que se perdió, hasta que la halle? 5 Y hallada, la pone sobre sus hombros gozoso;

No se crea por esto que eran íntimos amigos los aficionados a platicar después del coro. Acontecía allí lo que es ley general de los corrillos. Entre todos murmuraban de los ausentes, como si ellos no tuvieran defectos, estuvieran en el justo medio de todo y en la vida hubieran de separarse. Pero marchaba uno, y los demás le guardaban cierto respeto por algunos minutos.

Los prudentes torcían el gesto ante sus proezas; le creían un suicida con suerte, y murmuraban: «¡Mientras dure!...» Sonaron timbales y clarines, y salió el primer toro.

Luego fue él quien se sorprendió, preguntando con sorda irritación para desentrañar los misterios del pasado. ¿Qué existencia había sido la de Teri antes de que ellos se conociesen? ¿Por qué murmuraban tanto de su vida en aquella corte septentrional? ¿Por qué se había separado de su marido?... Debía hablar sin miedo; él lo aceptaba todo por adelantado: no había sido en su tiempo.

En la reunión le llamaban el poeta, y según murmuraban, una gran artista retirada y vieja se encargaba de su manutención y entretenimiento, hasta que sus versos le hiciesen célebre. Aquel fue mi primer amor decía riendo Leonora, al recordar el pasado.

Los que penetraban en la sala y la veían en aquella actitud murmuraban entre palabras de sorpresa y se retiraban silenciosamente, conmovidos y admirados. Por fin, toda la gente de fuera se fue retirando, y la misma María se encerró en su cuarto a descansar, que harto lo necesitaba después de la amarga serie de peripecias y los grandes trabajos que había padecido en el espacio de algunas horas.

30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra sus discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores? 31 Y respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no necesitan médico, sino los que están enfermos. 32 No he venido a llamar justos, sino pecadores a arrepentimiento.

De los caídos nadie se cuidó. Unos pedían agua, otros murmuraban nombres de mujeres; pero sus gritos fueron acallados por el rápido pisar de los que huían, brincando entre las matas y removiendo pedruscos que bajaban rodando hasta el barranco.