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Tanto repetía el consejo, que el ecónomo del hospital de San Andrés pensó que aquello no era hijo del delirio, sino grito de la conciencia, y fuése al alcalde del barrio con el cuento. Este hurgó lo suficiente para sacar en claro que Mañuco el Parlampán había sido pájaro de cuenta, y tan diestro en el manejo de la ganzúa que con él no había chapa segura, siquiera tuviese cien pestillos.

Sin inmutarse oyó nuestro individuo el fatal dictamen, y después de recibir los auxilios espirituales o de tener el práctico a bordo, como decía un marino, llamó a Gil Paz, ecónomo del hospital, y díjole, sobre poco más o menos: Hace quince años que vine de España, donde no dejo deudos, pues soy un pobre expósito.

Malas lenguas murmuraban que lo hacía reservándose la mitad de la remuneración, a pesar de lo cual, de cada entierro de primera le quedaban a Tirso veinte reales y treinta de cada novena. Además, servía de festero en ciertas solemnidades, y no le olvidaba el ecónomo cuando había que repartir algunas misas.

Un obispo y un ecónomo fueron los protectores, merced a cuyo valimiento pudo actuar en una parroquia, no sin que algunos capellanes se disgustaran, temerosos de que, a la larga, les quitara el pan: otros, en cambio, por simpatía, o conocedores de lo mucho que podía quien le recomendaba, hicieron buenas migas con él, y uno de éstos, viejo achacoso, que tenía fama de avaro, le cedía frecuentemente su puesto en ocasiones lucrativas.

CIRILO. Antes de la guerra estaba de cura ecónomo en Saint-Sacernien-Haute-Garonne. Senté plaza para mientras durase la guerra, como mis compañeros. ¡Veinticuatro meses disfrazado! Luego me hirieron en Bouchavesnes; después entré en aviación. ¡Y aquí estoy...! No me guarde usted rencor por esta tardía confesión, puesto que usted misma la ha provocado.

Inmediatamente pasaron las peluconas al bolsillo del ecónomo, que era un avaro más ruin que la encarnación de la avaricia. Hasta su nombre revela lo menguado del sujeto: ¡¡Gil Paz!! No es posible ser más tacaño de letras ni gastar menos tinta para una firma.

Las del tercero, que eran las amas o sobrinas del ecónomo de San Andrés, que allí vivía, se pusieron a bailar, y al poco rato hicieron lo propio de los del segundo de la derecha. En el principal y segundo de la casa de enfrente armose igual jaleo, y como los chicos alborotaban tanto en la calle, la gritería era espantosa y D. Evaristo y su amiga tuvieron que callarse, mirándose y riendo.

El obispo era el principal administrador de todas las rentas eclesiásticas, que se componian: de los diezmos y oblaciones gratuitas de los fieles, y del producto de las haciendas y demas inmuebles. Cuidaba de ellas un ecónomo, nombrado por el obispo.