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Podría escribir aquí cosas pasablemente distintas de las que acabo de anotar, pero prefiero contar simplemente lo que pasó el último día que vi a María Elvira. Por bravata, o desafío a mismo, o quién sabe por qué mortuoria esperanza de suicida, fuí la tarde anterior de mi salida a despedirme de los Funes.

A ser Sardiola alguna pared de cal y canto, atendiera más a las invectivas de Miranda de lo que lo hizo. Con soberana indiferencia y fuerza hercúlea cargó en sus hombros el bello bulto inanimado, y separando al marido de un vigoroso empujón, tomó escalera arriba, no parando hasta depositar la preciosa carga en un sofá de la estancia mortuoria.

El bueno y anciano ministro venía precisamente de la alcoba mortuoria del Gobernador Winthrop, que acababa de pasar á mejor mundo, y se dirigía ahora á su casa alumbrándose con una linterna. El brillo de ésta había hecho imaginar al Sr.

Y á uno y otro lado se extendía la costa británica, como una cinta mortuoria vastísima, de crespón blanco sobre fondo negro, tendida sobre el regazo del mar, cuyas ondas sollozaban de un modo casi imperceptible.

Ella recordaba confusamente el cuadro de la habitación mortuoria, el túmulo negro, el Cristo de plata; alguien la había levantado en alto, y ella vio entonces, en el ataúd, una forma larga, cubierta desde la cabeza hasta los pies con un paño blanco; sólo aparecían las manos, traídas por encima del paño, horriblemente pálidas y tiesas. Pero no le parecieron las manos de su padre.

Un ratito después, abriose la puerta de la estancia mortuoria, y Fortunata tuvo un estremecimiento nervioso, creyendo al pronto que era la propia Mauricia que aparecía... Pero no, era Guillermina. Desde que dio esta el primer paso en la sala, fijáronse sus ojos en la joven, quien otra vez tuvo miedo. La santa iba derecha a ella, mirándola como no la había mirado nunca.

Tarríus sacó el Monasterio á pública subasta. Napoleón III quiso adquirirlo; pero los periódicos hablaron mucho sobre el particular, lamentando que la cámara mortuoria del vencedor de Pavía pudiese ir á parar á manos francesas. Entonces, animados de un sentimiento patriótico, reuniéronse algunos títulos de Castilla, y acordaron comprar á Yuste, costare lo que costare.

En la cámara mortuoria ardían tres gruesos cirios, y otro, muy fino, alumbraba el breviario que leía en alta voz una monja llamada para velar al muerto. Había mucha luz en la estancia; el aire estaba impregnado de olor a incienso. Cuando entró Pomerantzev, su cuerpo proyectó sobre el suelo y sobre las paredes algunas sombras vacilantes.

En todo aquel día no abandonó la casa mortuoria. Al mediodía estaba solo en ella, y el cuerpo de Fortunata, ya vestido con su hábito negro de los Dolores, yacía en el lecho. Ballester no se saciaba de contemplarla, observando la serenidad de aquellas facciones que la muerte tenía ya por suyas, pero que no había devorado aún.

Eran tan patentes los síntomas del mal, que al verlos en otra cualquiera le hubiese extendido la papeleta mortuoria; y con todo eso, Pilar, animada y llena de planes, se creía sujeta únicamente a un resfriado tenaz que había de curarse poco a poco.