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Las otras siete galeras que quedaron fueron combatidas otra vez á una hora de día, á tiempo que el agua iba menguando, porque allí, entre día y noche, crece y mengua el agua dos veces; y así por la parte de tierra las dieron combate 3 ó 4.000 turcos y moros, y el resto de su campo quedaba en las trincheras, dudando de aquello que podía fácilmente acaecer, como los capitanes y soldados querían tomallos en medio, que los otros estaban en la mar combatiendo con las galeras y con el socorro que había salido del fuerte, que ciertamente era una hermosa cosa de ver combatir los cristianos con los turcos dentro del agua hasta la cinta, y por habérseles mojado la pólvora dentro de los frascos no se podían aprovechar de los arcabuces, y así peleaban con las espadas y picas, y fueron muertos y heridos muchos turcos, porque el artillería del fuerte y mosquetes y arcabucería, allende de la que tiraban de las galeras, los tomaba por través y les hacía gran daño, y así se retiraron los turcos con gran pérdida, y de los cristianos hobo pocos heridos, entre los cuales dieron un arcabuzazo en una pierna al Maestre de campo Miguel de Barahona, porque él había salido fuera con el socorro, y de ahí á pocos días murió de la herida.

Anúnciale éste su próxima victoria y la futura fama de Castilla. El séquito del Conde, inquieto por su suerte, lo encuentra al cabo, y le participa la noticia de haber atacado los moros á los cristianos. Al oirla, se apresuran todos á tomar parte en la lid, mandados por tan famoso héroe, y acompañados de las bendiciones del anacoreta.

Mientras el rey revolvía sus planes de guerra á los moros, representaba Gil Vicente su Exhortaçao da guerra.

Esta era mucho mas reducida que lo que es ahora, cuando fué conquistada por los moros. Frente de este muro se hallaba el foso, que despues ha dado el nombre de Coso á esa calle magnífica.

La expedición guerrera de Carlomagno contra el gigante sarraceno, Fierabrás; los combates incesantes entre los caballeros moros y cristianos; el lugar encantado, con su río de verdes orillas; el puente maravilloso, que aparece y desaparece, y el palacio mágico, edificado en la cabeza de un enano de bronce, forman el marco, en cuyo centro se desarrollan los amores de Guido de Borgoña y de Floripes.

Se aprovechan de su superioridad sobre los Tagacaolos, Bilanes y Bagobos para hacerles la guerra con el exclusivo objeto de aprehenderles sus mujeres é hijos, que luego venden á los moros.

Primero, los moros, en los ruidosos alalíes con que solemnizaban sus festividades, gozaban en hacer grandes hogueras; los cristianos adoptaron después esta costumbre, como muchas otras; lentamente, el número de fallas fue limitándose en el año, hasta quedar las de San José, que hacían los carpinteros para solemnizar la fiesta de su patrón y la llegada del buen tiempo, en el que ya no se trabaja de noche; hasta que por fin, el espíritu innovador del siglo hermoseó la falla, dándole un aspecto artístico, encerrando el montón de esteras y trastos viejos entre cuatro bastidores pintados y colocando encima monigotes ridículos para regocijo de la multitud.

Valls, en sus tiempos juveniles, cuando mandaba buques de su padre, había conocido mujeres de todas clases y colores, viéndose mezclado en orgías marinerescas que acababan entre olas de whisky y golpes de cuchillo. Pablo, cuéntanos aquellos amoríos en Jaffa, cuando los moros te querían matar.

Cuando transcurridos dos meses del sitio, el hambre había diezmado á la guarnición, una mañana lluviosa, en la que se apagaban las mechas de cañones y arcabuces, los moros toman al asalto el baluarte, barriendo desde aquel punto los almacenes y sala de armas donde se habían refugiado los defensores.

Murieron este día, de nuestra parte, 30 hombres; pocos más saldrían heridos, y casi todos de lanza y espada, porque tenían muy pocas escopetas. De los moros, entre muertos y heridos, pasaron de 500, según dijeron ellos mismos.