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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Mi corazón no olvidará jamás la tristeza y el espanto que le sobrecogieron cuando, a través de aquel terrible aparato y detrás de aquellos hombres odiosos cuya sola mirada me hacía estremecer, reconocí sobre un montón de paja negra a mi madre, pálida, desfigurada, moribunda.

Bien claro lo recuerdo: era el crudo mes del hielo, y su espectro cada brasa moribunda enviaba al suelo. Cuán ansioso el nuevo día deseaba, en la lectura procurando en vano hallar tregua a la honda desventura de la muerte de Leonora, la radiante, la sin par virgen pura a quien Leonora las querubes llaman hora ya sin nombre... ¡nunca más!

Niña, no sospechas lo que pides a un hombre de honor. En seguida, acercando mucho el papel a sus ojos, volvió a leer una vez más este pasaje: «Es la súplica de una moribunda... se lo suplico a usted desde el fondo del corazón; otórgueme usted todavía esta satisfacción supremaPor sus ajadas mejillas rodaban gruesas lágrimas. Es imposible, hija mía, es imposible, por bien que sepas suplicar.

Puso otra vez la mano en la de la moribunda, humedecida por un sudor glacial, y le dijo tiernamente: ¡Cuánto sufre usted! Quisiera, antes de marcharme, que rogásemos juntas a Dios, pues yo creo en

Regresa al mismo tiempo el que se creía muerto; obstáculos insuperables han impedido su vuelta en la época oportuna. Su primer entrevista es horrible: Diego, al verse privado para siempre de su amada, se da la muerte, é Isabel, vencida por la fuerza de su dolor, cae moribunda al lado del cadáver de su primer amor, diciendo en sus últimas palabras que sólo él es su verdadero esposo.

»Las cosas han cambiado de rumbo: hoy, en un momento de olvido, me dejé caer en sus brazos. He visto, demasiado tarde, que ya no había manera de escapármele. Pero antes que ser suya, prefiero darme la muerte. »Y todavía tengo que dirigir a usted una súplica. Es la súplica de una moribunda y, si está en poder de usted, accederá usted a ella.

Finalmente vi á todas nuestras Italianas y á mi madre estropeadas, acribilladas de heridas, y hechas tajadas por los monstruos que batallaban por su posesion; mis compañeros cautivos, los que los habian cautivado, soldados, marineros, negros, blancos, mestizos, mulatos, y mi capitan en fin, todos fuéron muertos, y yo quedé moribunda encima de un monton de cadáveres.

Al salir el Padre Arrigoitia del cuarto de la que bien podemos llamar moribunda, después de haber pronunciado las palabras de la absolución, sintió detrás de la puerta el ulular de un congojado pecho, y oyó una voz que decía: Gracias... muchas gracias.... Lucía estaba allí y lloraba a mares,

La blancura de aquel rostro, oreado por el cierzo, hacía pensar en las hostias; y era, en verdad, como el viático de su amor, el viático de su pasión, olvidada y moribunda. Una vez frente a la ventana, Beatriz insinuó un vago saludo, haciendo florecer en su labio una sonrisilla mortificante.

El rostro perdía sus rasgos generales; se ennegrecían las mejillas; aplastábanse las sienes; se adelgazaba la nariz con frío afilamiento; la boca torcíase a un lado con una mueca horrible. Comenzaba a caer la noche y entraban en la gañanía los trabajadores y las mujeres, agrupándose silenciosos a corta distancia de la moribunda, con la cabeza baja, conteniendo sus sollozos.

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