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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Una parte de la noche la pasó dibuxando lo que queria que supiera la reyna: representaba su dibuxo, en un rincon del quadro, al rey enfurecido dando órdenes á su eunuco; en otro rincon una cuerda azul y un vaso sobre una mesa, con unas ligas azules, y unas cintas pajizas; y en medio del quadro la reyna moribunda en brazos de sus damas, y á sus plantas Zadig ahorcado.

Al descansar ella las manos sobre sus hombros, había acabado por juntarlas, y poco á poco el joven se sintió aprisionado por unos brazos adorables. Algo se reanimó en su pensamiento, como una llama moribunda que resucita.

Mi lampara va a apagarse; por mas que quiera reanimar su luz moribunda; no podra durar tanto tiempo como mi desvelo. Si parece que duermo, no es el sueno el que embarga mis sentidos y si el descaecimiento que me causan una multitud de pensamientos que afligen mi alma y a los cuales no me es posible resistir.

El mal no tenía remedio. ¡Miserable de él! ¿Dónde estaba la poesía de su pasión? ¿Qué había de común entre él y aquellos amantes que había visto en los libros, inclinados sobre el lecho de la moribunda, abrazándola y gimiendo el último adiós?... ¡Feli, Feli!

La moribunda estaba encantada y escuchaba con sonrisa de triunfo en los labios. ¡Bien! ¡Muy bien! decía. ¡Pobre muchacho! ¡Cómo te ama! Sigue, sigue. Y al acabar la lectura, exclamó: ¡Querido niño! Muestra un entusiasmo, un ardor, una constancia, a pesar de tu frialdad... Porque, realmente, hija mía, no sabes animarle... ¿No le amas? ¡Ay! ...

Calla la naturaleza que, tambien del dia madre, enmudece en la agonía de la moribunda tarde. Y el religioso silencio del triste y supremo instante, deja inmóviles y mudas á las hojas de los árboles, que, embebecidas, esperan que la noche les ampare, ó vuelva á lucir el dia para volver á besarse.

Mas quando luego tornando en , y entrando dentro de su corazon, pensaba en Astarte, muerta acaso á causa de él, todo el universo desaparecia, y no vía mas que á la moribunda Astarte y al malhadado Zadig. Agitado de este fluxo y refluxo de sublime filosofía y de acerbo duelo, caminaba hácia las fronteras de Egipto, y ya habia llegado su fiel criado al primer pueblo, y le buscaba alojamiento.

Las lágrimas, que en amargo tropel se asomaban a los ojos de la enamorada, quedaron detenidas y, fuese máscara del amor propio ultrajado o serenidad fingida, en su cara se dibujó de pronto una calma pasmosa: queriendo aparecer tranquila, se enjugó el llanto con el pañuelo; pero el dolor pudo más, y del pecho se le escapó un sollozo largo y angustioso que parecía quejido de alma moribunda.

La pobre madre, al mirarlas, temblaba toda, sintiéndose herida en lo más delicado y sensible de su íntimo ser. ¡Extraña alianza de las cosas! ¡Cómo lloraban aquellos pedazos de barro! ¡Llenos parecían de una aflicción intensa, y tan doloridos, que su vista sola producía tanta amargura como el espectáculo de la misma criatura moribunda, cuando miraba con suplicantes ojos á sus padres y les pedía que le quitasen aquel horrible dolor de su frente abrasada!

¡ que no te alegras! repitió con más energía aún levantando a costa de grandes esfuerzos la cabeza, mirándola con dureza. ¡No, mamá del alma, no! Si pudiera conservar su vida a costa de la mía, le juro a usted que lo haría. Los grandes ojos opacos de la moribunda se dulcificaron.

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