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Actualizado: 11 de julio de 2025


Volví a leerla, y ahora me pareció la prosa anticuada de un moralista cansado; cada palabra se había vuelto como un carbón apagado. Me acosté y soñé que estaba lejos, más allá de Pekín, en las fronteras de Tartaria, en el kiosco de un convento de Lamas, oyendo máximas prudentes y suaves que brotaban como un aroma fino de , de los labios de un Buda vivo. Transcurrió un mes.

Yo me voy, que tengo mucho que hacer». Metiose el original moralista en su simón, y apenas había llegado a la Plaza de los Carros, empezó a sentir en su alma una inquietud inexplicable.

Por mi parte tengo que confesar con rubor no haber conocido a Álvarez, sino algo después de los veinte años, vale decir, en su obra de pensador, de moralista, de sociólogo, de educador, que lo fue en el más alto concepto del vocablo.

El cura hizo como que no echaba de ver lo que pasaba entre nosotras. El matrimonio es cosa tan grave continuó, que cierto moralista ha dicho que no era demasiado toda la vida para reflexionar antes de comprometerse a él... La abuela bajó los ojos en señal de desaprobación.

Y esto con plena independencia del valer de cada poeta, porque proviene de la misma naturaleza de las cosas. En la edad primitiva, el poeta es profeta, sacerdote, legislador, teólogo, astrónomo, moralista, geógrafo, y todo a la vez; o más bien no es nada de esto; apenas si es persona; su personalidad se exfuma y desvanece en la penumbra crepuscular de la historia.

A ti nada te importa, pues no me la has de pagar. ¿Han concluido tus cartas? Voy a concluirlas». Y él volvió a pasearse y a mirarla... ¡Qué hermosa estaba! ¿Quién lo metía a él a moralista ni a redentor de samaritanas? Soltó una carcajada en lo recóndito de su ser, allí donde su alma contemplaba atónita la imagen de la ocasión. «Pero me caso el lunes, el lunes...». Miró el retrato de su novia...

Niego que haya moralista con derecho a reprenderme por mi pasión, si el tal nunca ha gustado esta delicia, ¡besos con música!...». Pero el mayor encanto, el éxtasis de la dicha, estaba en otra parte; en la íntima alegría del orgullo satisfecho.

Y del gran moralista antiquísimo de los chinos, no ya por presunción se colige, sino que a ciencia cierta se sabe, que de fatigosa cantidad de sentencias, eliminando muchas, ya por vanas y frívolas, ya por repetidas, reunió lo mejor y más sustancioso, y esto le dio la fama, el crédito y la autoridad semidivina de que él goza entre los de su nación y casta, con provecho y bienandanza de todos.

D. Eugenio de Ochoa, que las reimprimió, pensaba que el escritor brilla más en ellas por la novedad de los pensamientos y la valentía de los giros, que por la pureza y corrección del lenguaje ; Bermúdez de Castro, en el supuesto de que todos los personajes de la corte de Francia querían testimonio de su estilo y de tener que poner en prensa el ingenio para discurrir lisonjera y graciosamente sobre fútiles consultas, alaba al escritor fácil y sentencioso, moralista divagador al gusto de la época, entendiendo que por estar entonces menos formada la lengua francesa que la nuestra, se enriqueció con los giros que introducía el español proscripto .

Durante todo ese tiempo, despojándose Ester de su propia individualidad, se convertiría en el ejemplo vivo de que podrían servirse el moralista y el predicador para encarecer sus imágenes de fragilidad femenina y de pasión pecaminosa.

Palabra del Dia

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