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Pues, ¿y en la procesión, señor Durand? cuando presumía con su cirio, que quería llevar siempre como una espada, a pesar de las lecciones del monaguillo... Pero lo que desolaba sobre todo al señor cura es que el capitán Kernok mascaba tanto, que durante la misa escupía sobre todo el mundo.

El monaguillo repugnaba y tomaba el largo, el cojo insistía y le daba caza a pesar de su manquedad de piernas, y el can, como práctico ya en tal guerra, brincaba y saltaba a las espaldas del muchacho, conociendo bien que no hay como amenazar la retirada para perturbar al enemigo.

Por la mente de Isidora pasaba una visión tan espléndida, que a solas y en presencia del sacerdote, del monaguillo y de los fieles, la venturosa muchacha sonreía.

Una tarde entró De Pas en el confesonario con tan mal humor, que Celedonio el monaguillo le vio cerrar la celosía con un golpe violento. Don Fermín bajaba del campanario, donde, según solía de vez en cuando, había estado registrando con su catalejo los rincones de las casas y de las huertas.

Además, le entusiasmaba hablar mal de los señores del coro, que le habían dado más de un pescozón cuando era monaguillo. Ponía motes a todos los canónigos, y señalándolos uno por uno a Gabriel, le contaba los secretos de su vida.

De esto precisamente se había llegado a tratar en la salona, cuando se abrió la puerta cerrada antes por el Cura y apareció éste con sobrepelliz y estola preguntando por el monaguillo que había venido con él y debía de andar por la cocina.

Te juro que lo aceptaría... Me estoy volviendo enteramente infantil. ¡Monaguillo en jefe! Y yo encendería las velas, yo quitaría el polvo a las imágenes y las pondría tan guapas; ¡yo charlaría con las beatas...! No lo creerás; pero dentro de está naciendo algo que se compagina muy bien con ese oficio humilde». Si eres un buenazo.

Quédate conmigo, monaguillo insigne, que quiero con parte de estos regalillos pagar la buena gracia con que me acoges y hospedas toda noche en tu encogido aposento, librándome así del frío que derrama el zaguán de la iglesia o las plagas que derrama y llueve el mesón único que permite gallardamente el señor duque a estos infelices vasallos.

De las manos de un pariente lejano, que le molía a palos y le llamaba hijo de tal y de cual, pasó al servicio de la Iglesia con carácter de monaguillo, y hasta llegó a cantar en el coro de la catedral en funciones de tiple; y esta época fue, según él, la más santa de su vida, sin ser perfecta.

¡Imposible!... me tengo que marchar... Y allá voy a estar muy triste; como si lo viera... Entonces... quédate. ¿Quieres que te una ocupación? Buena falta te hace. Te nombro sobrestante de mis obras, administrador de mis colectas y sacristán mayor de mi capilla nueva, cuando esté concluida. Moreno se echó a reír con gana. «¡Monaguillo mayor...! Lo aceptaría.