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Actualizado: 10 de junio de 2025
Fray Miguel había estado, durante muchos años, fúnebremente tranquilo; pero el reciente alto concepto que de su patria había formado y la consideración del valer, de las hazañas y de la gloria de los hombres que habían encumbrado su patria, se contraponían ahora al menosprecio de sí mismo que no podía menos de seguir sintiendo, y esto levantaba en su alma una tempestad de celos y hacía retoñar y reverdecer en ella la antigua ambición de su mocedad, volviendo a ser ambicioso con más de setenta y cinco años cumplidos.
Sí; usted «no caerá».... Como usted apenas sale de casa, no conoce a la mocedad de Rucanto.... Pues es una, aparente ella, pinturosa de la rama y de mucho empaque.... Carmen volvió a decir, como en un delirio: ¡Rosa!... Y a tal punto oyéronse más lamentables y distintos unos grites agudos en el fondo de la casa.
Vuestra merced me perdone y se duela de mi mocedad, y advierta que sé poco, y que si hablo mucho, más procede de enfermedad que de malicia; mas, quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda. -Maravillárame yo, Sancho, si no mezclaras algún refrancico en tu coloquio.
De todos modos, era innegable y notorio que el Barón había poseído bastantes bienes de fortuna que en su mocedad había disipado; que hacía treinta o cuarenta años había figurado como joven muy gallardo e interesante, conquistador de no pocos corazones femeninos, y que por su nacimiento y familia bien se podía jactar de ser muy ilustre.
Dedúcese de las obras escritas en su edad madura, que este espectáculo impresionó vivamente al joven Cervantes, y quizá proviniera de esta circunstancia su particular afición á la literatura dramática, que no le abandonó nunca. En su mocedad cursó dos años en la Universidad de Salamanca, como debía constar en los registros de matrícula de la misma.
Quizá con tanta impaciencia andaba mezclada buena parte de envidia. ¡Qué apetecible y deleitoso sueño; qué calma bienhechora! Era el suelto descanso de la mocedad, de la doncellez cándida, de la conciencia serena, del temperamento rico y feliz, de la salud.
La propia madre de Juanita, aunque había tenido en su mocedad lo que llaman en aquellos lugares un tropiezo, estaba-ya purificada por la vida ejemplar que había hecho después y por el honroso trabajo con que había logrado sustentarse y criar y conservar el fruto de sus desventurados amores. Todo esto y más podía valer como respuesta a las observaciones de doña Inés.
Juanita, además, sin que nadie la acompañase ni mirase por ella, había pasado de la niñez a la mocedad en medio de las calles y en trato y conversación con toda clase de personas. Nadie, sin embargo, se le había atrevido, porque ella sabía hacerse respetar, y ni las personas maldicientes habían formulado nunca contra ella una acusación fundada que pudiera, en manera alguna, deslustrar su decoro.
Volved y decilde que me rio de su mocedad, y que se venga él y los suyos que consigo tiene, y si no lo quiere hacer, que me pesa, porques mi hijo y quiera morir desa manera." El mensajero le respondió á estas palabras que le decia Viracocha Inca, que su señor tenia presupuesto aquello, y que en ninguna manera dejaba de morir ó vencer él y los que con él estaban ántes que venir en subjecion.
Y aquí terminan los sucesos de la mocedad de Bernardo del Carpio, ignorados hasta hace poco, y recientemente descubiertos en ciertos vetustos e inéditos Anales de la orden de San Benito, escritos en latín bárbaro en el siglo X y conservados en el monasterio de la Cava, cerca de Nápoles.
Palabra del Dia
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