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Granate quiso advertirlo, miró a Paco con recelo y volvió a mostrarse desconfiado y reacio algunos días. Llegó un momento, sin embargo, en que el indiano creyó en sus palabras. Fue después de haberle oído en el Casino desde una habitación contigua atacar duramente al conde de Onís. Aquel día se decidió a darle crédito y convino con él la manera de llevar a cabo la petición que le aconsejaba.

Miró un rato la luz, y bebiéndola con los ojos, otras ideas le asaltaron.

Al dirigirse hacia la puerta miró al sofá con miedo, a la cama con terror, y, sin embargo... abrió gozosa.

Hasta el mismo entusiasmo, hasta el mismo semi-religioso fervor con que miro el asunto, es en mi daño y me le hace más difícil. Si yo le mirase con frialdad, ya me las compondría, tomando de aquí y de allí, no del natural, sino de libros, que me servirían de guía y modelo; ya lo compaginaría y arreglaría todo lo menos mal posible.

Habían salido del subterráneo y atravesaron el puente. La mujer miró con fijeza las aguas verdes y unidas. El cadáver de un cisne flotaba sobre ellas. Antes de partir, mientras ensillaban sus caballos, dos oficiales se habían entretenido cazando á tiros de revólver los habitantes de la laguna.

Anduvo otro buen pedazo del camino, y se detuvo de pronto. Aquí fue se dijo , y aquí debe de estar. Miró... y allí estaba: sobre un tapiz de apretado césped, y entre dos helechos y un guijarro.

No hacíamos otra cosa que dirigir vivas ojeadas a la rejilla, esperando cuándo el catalán levantara la vista y echaba de menos los bártulos. Al cabo de algunos minutos, no pudiendo sufrir más tiempo tal congoja, decidí acabar de una vez. Señor Puig... nosotros, con la mejor intención del mundo, le hemos hecho un flaco servicio... El catalán me miró con inquietud y me turbé un poco.

Le toqué en el hombro, y él, al volverse, me miró impasible, sin mostrar ni alegría ni desagrado. Lord Gray le dije ha tiempo que estoy esperando la última lección de esgrima. Hoy no tengo humor para lecciones. La necesitaré pronto. ¿Va usted a batirse? ¡Qué felicidad! ¡Hoy tengo yo un humor!... Deseo atravesar a cualquiera. Yo también, lord Gray.

Al protestar, Julián se había incorporado, encendido de indignación, echando a un lado su mansedumbre y timidez congénita. Primitivo, de pie también, mas sin soltar a Perucho, miró al capellán fría y socarronamente, con el desdén de los tenaces por los que se exaltan un momento.

Fray Luis, acostumbrado á la lucha consigo mismo, tuvo suficiente poder para dominarse, para apagar su mirada, para contener el estremecimiento de sus músculos; se había puesto la careta, y al través de ella miró ya, sin temor de que su alma fuese sorprendida, á la reina. Y al verla con más reflexión, dominado, sereno, fray Luis se estremeció.