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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Y por arte admirable, Trini se expresa sin frases alambicadas y sin tiquis miquis primorosos, en el habla llana y vulgar de una mujer del pueblo.
«¿Son de cáscara fina? preguntó Miquis al comprar cuatro naranjas . Toma, cómete esta para que se te vaya refrescando la sangre. La fluidez de la sangre despeja el cerebro, da claridad a las ideas...
Justo, justo dije, bajando la cabeza con aprobación, y pensando mientras tanto: «¡Ah, gran tuno, qué poco te acordarías de esos tiquis miquis si no fuera por el olor del beneficio!» Despedime de él, no sin prometerle alguna otra visita para convenir lo que habíamos de hacer en aquel asunto.
La admitieron. ¡Tanto pesaba en aquella casa la recomendación de Miquis, que había salvado del croup al niño mayor, y de los peligros de la dentición al más pequeño!
Llegaron al gabinete donde estaba el piano. Dejando que marcharan delante Alonso e Isidora, D. José se llegó a Miquis y en voz baja le dijo: «Oiga usted lo que pienso, amigo D. Augusto: ¡Lo que es el mundo!... ¡Que unos tengan tanto y otros tan poco!... Es un insulto a la humanidad que haya estos palacios tan ricos, y que tantos pobres tengan que dormir en las calles... Vamos, le digo a usted que tiene que venir una revolución grande, atroz.
Miquis estaba alegre como un niño, porque también en él, parroquiano constante del Retiro, hacía sentir su influjo la vegetación nueva de Primavera, los juegos del sol entre las ramas, el meneo de las hojas acariciándose, y aquel ambiente, compuesto de frescura y tibieza, que al mismo tiempo atemperaba el cuerpo y el alma. La capa le daba calor. Se la quitó arrojándola por tierra.
Miquis, que le apreciaba y se reía con él, fue a darle la enhorabuena, y le encontró en su taller trabajando como siempre. Bou se levantó, saludó a gritos, estrujó la mano de su amigo, y después fue acometido de una tos tan violenta, que su cara parecía un cuero de vino, y el ojo rotatorio estuvo a punto de desalojar su holgada órbita y caerse al suelo. «Ese alquitrán, hombre, ese alquitrán...
Quedamos en que recomendarás a tu suegro mi pleito. Quedamos en que es inútil. Bobalicón. Serpiente de cascabel, abur». Después que se fue Miquis entró Mariano, que buscaba a su hermana para que le proveyese de fondos. Tan lejos estaba de encontrar allí a su maestro, que al verle se desconcertó, porque hacía una semana que no aparecía por el taller. Levantose contra él una tempestad de censuras.
Mí tío el Canónigo dice que está excomulgado este buen señor; pero el Rey es Rey». Pasado su primer arrobamiento, Isidora empezó a ver con ojos de mujer, fijándose en detalles de vestidos, sombreros, adornos y trapos. «¡Qué variedad de sombreros! ¡Mira este, mira aquel, Miquis!... ¡Vaya un vestidito! Y tú, ¿por qué no montas a caballo, para parecerte a aquel joven?... Es un cursi.
¡Ah! ¡Qué amigos estos! exclamó ella en lo último de la angustia ¡Y luego nos injurian si al vernos desamparadas corremos a la degradación! Bueno, bueno; me perderé, me arrastraré». Miquis cerró los ojos para no verla. Si la veía un momento más estaba perdido... Por lo que, sin añadir una palabra, echó a correr fuera del gabinete y de la casa.
Palabra del Dia
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