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Actualizado: 10 de mayo de 2025
He salido para Milly con mis tres pequeñitas. Estoy contenta y necesito pasar aquí algunos días de reposo para ordenar en calma las ideas que agitan mi cerebro. Mañana procuraré escribir algunas reflexiones que me han sugerido los acontecimientos ocurridos.
Yo velé solo, y después con Filiberta, esperando la hora de la noche en la cual los aldeanos de Milly debían ir llegando uno a uno y sin ruido, para llevar sobre sus hombros, a través de cuatro horas de marcha, el cuerpo de su señora.
A las diez de la mañana de ayer salimos de Milly para Changrenon, donde vamos a pasar el día con los señores Rambuteau, nuestros vecinos. La señorita de Rambuteau es hermosísima, y bien quisiera yo que mis hijas se le pareciesen. Esta joven es aquella célebre Madame de Mesgrigny, tan admirada por su belleza en la corte de Napoleón.
Hace tres días que estoy en Milly, donde me encuentro perfectamente: yo desearía continuar aquí pero con mi esposo y Sofía. ¡Es muy triste para los unos y para los otros el tener que vivir separados!... ahora parece que siento más que antes la separación; ello debe ser la vejez que avanza rápidamente: ya he perdido, puede decirse, por completo, aquella actividad física y moral que me hacía gozar de la vida aun en la misma soledad; siento, por el contrario, el peso de los sesenta años que voy a cumplir; apenas puedo persuadirme de ello, pero no hay remedio; y sin embargo, no estoy triste, ni mucho menos, pero sí quisiera que Dios me hiciese la gracia de que pudiese emplear bien el poco tiempo que me resta de estar en este mundo, y de no pensar más que en prepararme debidamente para el otro, adonde con tanta ligereza me dirijo.
15 abril de 1828. Desde esta mañana me encuentro en Milly, pero por breves momentos. Siempre que estoy aquí me hallo dispuesta a escribir algunos párrafos en este diario, descuidado por tanto tiempo, y que ya tenía casi abandonado. Ya no tiene para mí el interés de otros tiempos, ni para continuarlo ni para leerlo de nuevo.
He ido a Milly para esconder un poco de trigo por lo que pueda ocurrir, que me parece será de importancia. ¡El año que hoy acaba, ha parecido un sueño sangriento de Bonaparte! ¡Qué será, Dios mío, el que empieza mañana! Tengo esperanza de que caerá... Estos puntos suspensivos indican bien claro su deseo de la caída de Bonaparte y de la vuelta de los Borbones, los reyes queridos de su niñez.
Me someto gustosa, pero no sin molestia, pues hubiera querido verme dispensada de la ley común, conservando en mi vejez los atractivos de la juventud. Con frecuencia me olvido de que ya cuento treinta y ocho años, y todo cuanto me lo recuerda me es desagradable. Dios mío, haced que acuda siempre a mí el recuerdo de la nada y tened compasión de esta débil mujer. Milly, 6 de julio de 1806.
Aquellos cambios de atención entre los pobres campesinos y nosotros los ricos, según ellos nos llaman, son muy convenientes y ayudan a formar el corazón de nuestros pequeñuelos, enterneciéndolo de tal suerte, que no puedan los años y las vicisitudes de la vida endurecerlo. 22 de julio. Hemos vuelto de nuevo a Milly, nuestra morada antigua.
Su madre va siendo cada día más perfecta, sin la menor afectación, va llenando todos sus deberes religiosos; ha cultivado también mucho su talento y pinta perfectamente; nos ha traído algunas pinturas bellísimas; entre otras, varias que representan fielmente la fisonomía de Julia. Milly, 3 octubre de 1828.
Me lo he encontrado solo en Milly donde se quedó antes, tranquilo, pero triste, y tanto o más que nunca viviendo entre sus libros, y de cuando en cuando escribiendo versos que no enseña jamás. Algunas veces, sus amigos, M. de Vignet y M. Virieu, me hablan de él con especial entusiasmo; pero ¿de qué le sirven sus talentos así encerrados, en el supuesto de que verdaderamente lo sean?
Palabra del Dia
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