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Un momento se habían encontrado sus ojos con los de Mesía, pero no se habían turbado ni escondido como otras veces; le habían mirado distraídos, sin que ella procurase evitar el contacto de aquellas pupilas cargadas de lascivia y de amor propio irritado, confundido con el deseo. Todos callaban en el balcón mientras la Regenta se alejaba y desaparecía por la calle desierta.

Únicamente cuando viene el señor Mesía.... Oh, es que el señor Mesía... es otra cosa. , es mucho hombre. Muy entendido en Hacienda y eso que llaman Economía política. Yo también creo en la Economía política. Yo no creo, pero respeto mucho la memoria de Flórez Estrada, a quien he conocido. Todo menos disputar; en cuanto asomaba una discusión, se le echaba tierra encima y a callar todos.

Y ¿por qué no había de estar ya Mesía disputando ese dominio? ¿No cabía en lo posible que la Regenta, aquella santa, y el don Alvarito, se entendieran y quisieran coger en una trampa al pobre Fermo?». Estas malas artes, por complicadas y sutiles que fuesen, las suponía fácilmente doña Paula en cualquier caso, porque ella pasaba la vida entregada a combinaciones semejantes.

La amistad entre los Vegallana y la Regenta era íntima. Paco jamás había dicho una palabra de amor a su amiga Anita, y esta le estimaba mucho; lo poco expansiva que era ella con Paco lo había sido mejor que con otros; en la casa del Marqués, además, se la podía ver a menudo; en otras casas pocas veces. Si Mesía quería conseguir algo, no era posible prescindir de Paquito.

Allá se fue también Mesía, accediendo a los ruegos de su amigo el ex-regente. Veinte días después volvían los tres juntos a Vetusta; Benítez felicitó a la Regenta por su notable mejoría; ahora si que estaba la salud asegurada; ¡qué color! ¡qué morbidez! ¡qué sólidamente robusta volvía!

Ana iba distraída, porque no levantó la cabeza. Anita, Anita gritó Visitación. Entonces Mesía pudo ver el rostro de la Regenta, que sonreía y saludaba. Nunca la había visto tan hermosa.

El primer impulso de Ana había sido inconsciente. Había hablado como quien repite una frase hecha, sin sentido; pero después pensó que aquella respuesta podía servir para desanimar a Mesía dándole a entender que ella no había entrado en aquel pacto de sordomudos. Pero esto mismo era inoportuno. Era demasiado negar, era negar la evidencia.

Volvió los ojos blandos a su amiga y poniendo en la voz un tono de cariñosa confianza, nuevo, algo parecido, según notó la Regenta, al que había usado Mesía aquella tarde en el balcón del comedor, contestó el Magistral muy quedo: No debo ir con ustedes.... Y el gesto indescriptible, dio a entender que lo sentía, pero que como él era cura... y ella se había confesado con él... y Paco y Obdulia y Visita eran un poco locos, y en Vetusta los ociosos, que eran casi todos, murmuraban de lo más inocente....

Mesía, por disimular, pasó cinco días en Palomares, después se corrió a San Sebastián, y el día de Nuestra Señora de Agosto se presentó en La Costa, en un vapor de Bilbao, nuevo y reluciente. A don Víctor le gustaba mucho, por una temporada, la vida de fonda. Se había instalado en la más lujosa, de más movimiento y ruido, situada en el muelle.

Ahora búsquela usted sin h exclamó don Frutos, ya muy serio, queriendo tomar un continente digno en el momento de la victoria. Ronzal estaba como un tomate. Miró a Mesía, que fingió estar distraído. Por fin Trabuco, dispuesto a jugar el todo por el todo, se puso en pie en medio de la sala y cogió bruscamente el diccionario de manos de Orgaz, que creyó que iba a arrojárselo a la cabeza.