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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Esta se fue a la sala antes de terminar, abrió el piano y comenzó a teclear suavemente: luego llamó a Elena, la hizo sentar a su lado en un diván y comenzó a charlar perdiéndose en un mar de graciosas y menudas confidencias que aún alegraron más a Elena con estarlo ya mucho a causa del champagne. Cuando se hallaban más distraídas vino a interrumpirlas Gustavo Núñez.
Cuando emprendía una excursión por camino desconocido, contaba los pasos, aunque hubiese medidas oficiales, porque no se fiaba de los kilómetros del Gobierno. Contaba los pasos y los millares los señalaba con piedras menudas que metía en los bolsillos de la americana. Llegaba a casa y descargaba sobre una mesa aquellos sacos para contar más satisfecho las piedras miliarias.
Al crecer en un Dios personal que se ocupaba de las cosas menudas del mundo y concedía su gracia al rey para que reinase, les tocaba obedecer a éste, so pena de ir al infierno.
Les había hecho sufrir varios cambios, aunque siempre sobre la base del amarillo, cubriéndolos con damasco, primero, con seda brochada después, y últimamente con raso basteado, capitoné que ella decía, en almohadillas muy abultadas y menudas, que a don Saturnino se le antojaban impúdicas.
Evitó el paso por Can Mallorquí, y al llegar a la playa marchó por la orilla, donde la última palpitación de las olas llegaba a perderse, como delgada hoja de cristal, entre las menudas guijas mezcladas con fragmentos de barro cocido. Cuando estuvo al pie del promontorio de su torre, trepó por las rocas sueltas, yendo a sentarse en el peñón roído por las olas y casi despegado de la costa.
Lo antiestético del goce de amor, patentizado por el arte y descrito con circunstancias menudas, se ve hasta en los poemas más primitivos. Sube Juno á la cumbre del Gárgaro, adornada con el cinto de Venus, que la hace irresistible: «... allí el deseo, allí la dulce persuasión estaba, que á los más cuerdos la prudencia roba.»
Urgían estas explicaciones, un tanto menudas, pero necesarias, para que no crean mis lectoras, al verme otra vez amiga de Petrona, que soy una veleta tornadiza que hago y deshago amistades por simple capricho, incapaz de aquella serena constancia y ponderado equilibrio de humor que, dentro de las naturales destemplanzas de los nervios femeniles y de la extremada sensibilidad de nuestras vanidades diarias, ya señaladas por el viejo Salomón, han de ponerse en el cultivo de las relaciones y de los afectos.
4 Y que las vacas de fea vista y enjutas de carne tragaban a las siete vacas hermosas y muy gordas. 6 Y he aquí otras siete espigas menudas y abatidas del solano, salían después de ellas. 7 Y las siete espigas menudas tragaban a las siete espigas gruesas y llenas. 9 Entonces el príncipe de los maestresalas habló al Faraón, diciendo: De mis pecados me acuerdo hoy:
Las contrariedades menudas y los males pequeños que nacen con frecuencia de la tontería de los hombres ó de las mujeres, representados luego por el poeta en una novela ó en un drama, pierden y deben perder casi toda su amargura; remediándola ó suavizandola con inocentes ó benignas burlas y ahogándola en risa.
Su carácter era sutil como la seda; acostumbrados a las labores difíciles, menudas y complicadas, eran meticulosos, y tan amantes de la equidad, que hasta se cuenta como chiste que uno de los del gremio hizo parar una vez la procesión para recoger del palio una pasita que se le había caído comiendo en la ventana. Esto sería ridículo, pero a mí me entusiasma.
Palabra del Dia
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