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Actualizado: 27 de julio de 2025
Y al ver que, estupefacto por aquel brusco ataque, no respondía, siguió diciendo: Yo deseo hace mucho tiempo conocer el color íntimo de su mente de usted, no de la que se muestra en plena luz en conversaciones hechas para la galería, sino de la que se calla, de la que se reserva, de la que sólo se entrega cuando está segura de encontrar una simpatía. Estaba yo literalmente aturdido.
Yo creo en ella y ahora, cuando mis ojos, débiles y enfermos, apenas perciben la luz material, de la que huyen medrosos, luz clarísima, procedente de foco increado, penetra e inunda mi mente, ilustrándola y enseñándole la verdad. Yo fui, días ha, a tu celda con el intento de interrogarte y de disipar dudas sobre mi última vida pasada.
Don Jaime, después de la visita a todos los lugares, iba a pasar otros tres días en aquel pueblo. ¿Incurriría doña Luz en la debilidad de prendarse algo, de inclinarse un poco, y en balde, al diputado? Sólo de imaginarlo, de presentar en su mente la remota hipótesis, doña Luz se ponía encendida como la grana y se llenaba de vergüenza como si la ultrajasen con el desprecio.
Creíamos que los hechos, tan claros ya en la mente de todo el mundo, se presentarían al fin en su espantosa gravedad á los ojos del insensato poder, que dirige los negocios públicos.
Músicos, poetas y pintores. El mundo tiene más jóvenes que viejos. La mayoría de la humanidad es de jóvenes y niños. La juventud es la edad del crecimiento y del desarrollo, de la actividad y la viveza, de la imaginación y el ímpetu. Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste.
Encuentro tan natural como el de Pepita se trastrocaba en mi mente en algo de prodigio.
Vagamente, sin embargo, porque lo mismo Villa que Isabel habían guardado reserva absoluta, entró en su mente la idea de que yo estaba enamorado en otra parte, y no me dejaba vivir con su «Uté etá chiflaíto, Sanhurho. Se le conose a uté en los oho. A vese lo pone uté entornaíto, entornaíto, que paese que se quea uté dormío.» Y era verdad. Más de una vez y más de dos me tengo dormido escuchándola.
Así me lo perdone también este escogido auditorio, y el público luego. La misma priesa me ha hecho ser más extenso de lo que pensaba. Para decir algo sin escribir o hablar mucho, se requiere o tiempo y meditación, o gran brío de la mente: y todo me ha faltado.
Y ella, a solas, sumergida en hondas perplejidades y tristezas, repetía en su mente las preguntas del juez, deploraba no haber dado tal o cual contestación, revolvía lo cierto con lo dudoso, la acusación de la ley con los datos de su memoria, el testimonio de su conciencia con ciertas presunciones y sospechas, para tratar de sondear aquel antro obscuro que, desde la acusación por falsificadora, se había abierto ante sus ojos.
La idea de que los excesos de la vida ascética eran como un lento y doloroso suicidio y de que rayaba en perversión el deformar y destruir en nosotros la más hermosa obra del Todopoderoso, este ser y esta forma de que el alma se reviste en la tierra, y que las mismas Sagradas Escrituras llaman templo del Espíritu Santo, había acudido a la mente del Padre, moviéndole a desistir de materiales mortificaciones.
Palabra del Dia
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