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Lucía se abanicaba con un periódico dispuesto por Artegui en forma de concha, y leves gotitas transparentes de sudor salpicaban su rosada nuca, sus sienes y su barbilla: de cuando en cuando las embebía con el pañuelo: los mechones del cabello, lacios, se pegaban a su frente.

No qué edad puede tener nuestro viejo amigo; pero por muy lejos que se remonten mis recuerdos en lo pasado, lo hallo tal como lo he vuelto á ver: alto, seco, un poco agobiado, cabellos blancos, en desorden, ojos penetrantes, escondidos bajo mechones de cejas negras, y una fisonomía robusta y fina á la vez.

Hombre... exclamó Miranda atusándose los mechones de las sienes con el ademán belicoso de los pasados días . Cualquiera pensará que estoy calvo. Pues aún me defiendo muy bien. Los padecimientos me tienen así, un poco.... ¿Estás enfermo? ¡Goteras, chico, goteras!

El campilan, arma que usa con preferencia, mantiene en el puño una especie de cola formada por mechones de cerda, y en su danza guerrera vuelve rápidamente la hoja, presentando á la vista del enemigo, para aturdirle, aquel largo penacho que se agita, con cuya operación llama la atención del enemigo, le aturde y cuando le encuentra descubierto le ataca con increible rapidez.

Saltó Lucía, recostándose en el ligero vehículo, y Artegui se acomodó a su lado, ordenando: Camino de Biarritz. Salió el carruaje veloz como un dardo, y Lucía cerró los ojos, gozando en no pensar, en sentir las rápidas caricias del viento, que echaba atrás las puntas de su corbata, los undívagos mechones de su cabellera. Pintoresco y ameno, el camino merecía, no obstante, una mirada.

Este, como le llamaba aquella, tenía una cara de todo un buen hombre; el género paciente y la clase resignada, se definían perfectamente en aquel armazón de carne, en la que brillaban dos ojillos azules, unas narices abultadas y granugientas, y una calva cercada de algunos mechones blancos, compañeros de un enmarañado y desigual bigote.

Hombre, ¡qué lástima! exclamó, verdaderamente condolido, el noble forastero. Como usté lo oye, señor: crea usté que para ha sido hoy un día desgraciao. Y el bueno del aldeano, al decir esto, menudeaba más y más los giros de su sombrero, y bregaba, hasta sudar, con los mechones de su áspera cabellera.

Allí estaba él con los mechones de sus cabellos, ya bastante canos, que salían por debajo de los bordes de su sombrero; mientras los ojos parduscos, acostumbrados á la luz velada de su estudio, pestañeaban como los de la niña de Ester ante la brillante claridad del sol.

Lleva puesta falda de percal que fue azul, por entre cuyos jirones, jamás cosidos, deja ver un refajo amarillo en sus buenos tiempos, toquilla de estambre rosa convertida en pañuelo de talle, y a la cabeza otro pañuelo de seda verde, bajo el cual desbordan en mechones compactos y casposos los rizos negros, vírgenes del peine.

Y poco después se volvía a cerrar la triste alcoba, y retirándose personas y luces, todo quedaba en silencio y soledad tristísima. Y al día siguiente se hizo una mediana hoguera en la chimenea, donde ardieron con chisporroteo, que parecía una protesta contra la Inquisición, papeles varios, recuerdos, flores, mechones de cabello, cartulinas.