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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Más adelante se substituyó éste con petróleo, pero yo no alcancé a ver tal reforma. Debajo de la escalera que conducía a los palcos había un nicho cerrado con persiana que llamaban «el palco de don Mateo». De este don Mateo ya hablaremos más adelante.
Pero a despecho de todas las diatribas y murmuraciones de los vecinos, que reflejaban, en el sentir de Mateo, más que su naturaleza jocosa, la envidia que ardía en la mayor parte de los corazones, «el aumento del contingente» se abría paso. El plazo fijado para realizarlo fue el mes de Agosto.
Acaso Gonzalo fuese un poco más alto. El robusto corpachón de éste, alzábase sobre el grupo. Daba la mano por encima de las cabezas a los amigos que no podían llegarse a él, y su noble y bondadosa fisonomía sonreía a todos. Don Mateo, alzándose sobre la punta de los pies y tirándole del brazo para que se doblase, pudo decirle al oído: ¡Qué función te has perdido, Gonzalo!
Pero no le faltó calma hasta el punto de olvidar que las viejas le esperaban, y que su ausencia podía aumentar la gravedad de aquella aventura. Dirigióse á la calle de San Mateo, procurando por el camino dominar su agitación y disimular todo lo posible. Después de atravesar varias calles sin acertar con lo que buscaba, llegó á la casa de los Entrambasaguas. Felizmente aun duraba la procesión.
Mateo Mantoux, médico menos timorato, aceleró los efectos del yodo y la curación de Germana. Germana llevaba ya un mes del tratamiento por el yodo. El doctor asistía todas las mañanas a la inspiración, y muchas veces le acompañaba el señor Delviniotis. Este tratamiento no es infalible, pero es suave y fácil.
Además, don Mateo, elemento conciliador por excelencia, formaba gran empeño en destruir todas las malquerencias y rencores que en el pueblo existiesen.
La secretaría, el despacho del presidente, la sala de ensayos de la orquesta, eran amplias y desnudas cuadras, con el pavimento de madera podrido y roto, y las paredes blanqueadas. La escalera estaba bien iluminada y adornada con macetas de flores, que atestiguaban el celo y el gusto de don Mateo. Gonzalo y Cecilia la subieron de bracero.
Emilita le hizo suyo llamándole cazurro y dándole pellizcos por «pícaro y burlón»; ¡a él, a quien había que sacar las palabras con tirabuzón y en su vida había gastado la más sencilla chanza! Con este memorable suceso, la familia Mateo andaba bastante dislocada. Jovita, Micaela y Socorro, hermanas legítimas de la afortunada doncella, sentíanse celosas y lisonjeadas a la vez.
Todos estos ancianos caballeros, sentados como San Mateo cuando cobraba las alcabalas, pero que de seguro no serán llamados como aquel á desempeñar una misión apostólica, eran empleados de Aduana.
Allá va, pues, la lista aunque no me la agradezca nadie: Barcenaciones, Bustablado, Cerrazo, Cohicillos, Cóo, Helguera, La Busta, La Montaña, Los Corrales, Llano, Mercadal, Novales, Oreña, Polanco, Quijas, Reocín, Rudagüera, Ruiloba, San Mateo, Somahoz, Tanos, Tarriba, Toporias, Treceño, Udías, Valle, Valle de Cabezón, Viérnoles, Vioño y Zurita.
Palabra del Dia
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