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Actualizado: 9 de mayo de 2025


740 Porque maté una vizcacha otra vez me reprendió; se lo vine a contar yo, y no bien se lo hube dicho: "Ni me nuembres ese bicho", me dijo, y se me enojó. 741 Al verlo tan irritao hallé prudente callar. "Este me va a castigar", dije entre , "si se agravia." Ya vi que les tenía rabia, y no las volví a nombrar.

Dormidla, señor, dormidla, desarmado y sin temor, que el conde es ido a la caza a los montes de León. Rabia, le mate los perros y águilas el su halcón, y del monte hasta casa a él lo arrastre el morón. Ellos en aquesto estando, su marido que llegó: ¿Qué hacéis, la blanca niña, hija de padre traidor?

Para , Blanca era una verdadera resurrección del pasado; la misma aparente frialdad de la madre, la misma palidez casi mate; los grandes y sombreados ojos de Fernanda, y un busto, que dejaba ver un escote en el que los nervios preponderaban sobre la carne.

El joven español ocultó la cabeza entre sus manos. ¿Y su hermana? preguntó. Me quedaba aún una última prueba de afecto que darle, y se la di. ¿Cuál? La maté, Blasillo. ¿Mató también a su hermana? ¡Usted fratricida! ¡Anatema! ¡Niño! ¿sabes qué suerte espera en Egipto a una joven de mi raza que se ha dejado seducir, cuando el seductor es casado?

Y hasta creen que las aves Dicen al tomar su vuelo: «Cantando me he de ir al cielo; «Cantando me han de enterrar!» Y te ven junto al fogon, Sin que nada te arrebate, Saboreando amargo mate Veinte y cuatro horas payar.

No pudo seguir en sus reflexiones. La tempestad había, estallado sobre él. La lluvia chorreaba por los bordes de su sombrero y corría a lo largo de su espalda. La noche había llegado de pronto. A la luz de los relámpagos veíase el mar con la superficie mate estremecida por el choque de la lluvia. Febrer marchó hacia la torre con toda la ligereza de sus piernas.

La limpia estela del vapor brillaba con un resplandor mate y fosfórico; el cielo tenia una serenidad admirable, cuya hermosura hacia olvidar el frío glacial de la brisa, y á lo lejos, en todas direcciones, se veian efectos de luz y sombra deliciosos, producidos por la suave ondulacion del mar.

¡Ah, desgraciado! exclamó la joven levantándose, y enjugando sus ojos; y tomándole violentamente las dos manos añadió con voz contenida: No sabe usted lo que hace, no, no lo sabe; no le diré que mate, sería demasiado decirle, pero usted me condena. Y soltándole con ímpetu las manos: Puede irse dijo , ¡adiós! El señor de Maurescamp salió.

Entonces la voz del Rey, cavernosa y débil, muy distinta de aquella otra tan alegre que había oído en el bosque de Zenda, contestó: Ruegue usted a mi hermano que me mate, que abrevie esta muerte lenta. El Duque no desea la muerte de Vuestra Majestad replicó burlonamente Dechard; a lo menos... por ahora. Si llega el momento, allí está el camino que lleva derecho a la gloria. Está bien dijo el Rey.

Después abandonó aquella habitación, demasiado inmediata al despacho, para que los dos hombres pudieran hablar libremente. Cuando hubieron tomado el primer mate, Rojas ofició un cigarro á Moreno para que «pitase», y encendiendo el suyo se preparó á escuchar. ¿Qué le trae por estos pagos, tinterillo?... Porque usted no es hombre de á caballo, y cuando echa una galopada debe ser por algo.

Palabra del Dia

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