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La marinería era completamente patibularia; quitando los vascos, que iban al lado del capitán por codicia, campesinos en su mayoría, y otros dos o tres, los demás eran una colección de borrachos, de ladrones, de presidiarios, lo peor de lo peor, el detritus de los puertos de las cinco partes del mundo. Los vascos, no. Estos eran casi buenas personas.

A todos se nos entiende el arte de la marinería; bastimentos hallaremos en el navío, con todo lo necesario a la navegación, porque sus contrarios no le despojaron más que de las mujeres; y si es grande el agravio que hemos recebido, grandísima es la ocasión que para vengarle se nos ofrece.

Le quisieron hacer limpiar las botas de los marineros, él se negó; le quisieron pegar, y él corrió como una ardilla a esconderse, y al día siguiente le hinchó un ojo a uno de sus perseguidores, y al otro día le derramó una caldera de agua hirviendo a los pies a otro. En poco tiempo Tommy se impuso. No quería trabajar y trataba con un desprecio profundo a la marinería.

Lo creo, lo creo, don Melchor. A quince millas veo virar una lancha bonitera. Lo creo, lo creo. Y si me apuran un poco profirió en voz más alta aún, les cuento las portas a las fragatas que cruzan para el Ferrol. Arríe, arríe un poco, don Melchor dijo una voz. Hubo en la obscuridad carcajadas reprimidas, porque el señor de las Cuevas inspiraba respeto profundo a toda la marinería.

En el curso de una semana, el Mare nostrum se despobló y volvió á poblarse. Fueron marchándose en grupos sus antiguos tripulantes. Tòni salió el último, y Ulises no quiso verle, por temor á una emoción inútil. Ya se escribirían. Una curiosidad simpática impulsó al cocinero hacia la nueva marinería.

Los cinco vascos éramos bastante odiados por la tripulación. Nosotros teníamos un perro de lanas blanco, que alimentábamos, y la marinería otro. Los dos perros se detestaban. El equipaje se hallaba dividido en dos bandos: el de los holandeses y el de los portugueses. De esta gente no se sabe cuál es peor, los unos son una canalla rubia y los otros una canalla morena.

Su sistema era no pagar soldadas regulares a la marinería. Luego os encontraréis con más dinero decía. Pero después, pasado el tiempo, enredaba las cuentas, y siempre salía ganancioso. Para indicarle a usted la barbarie de Zaldumbide, le contaré a usted dos casos.

A este efecto organizó una expedición que se componía de cuatro compañías de soldados españoles, tres de marinería y cerca de 2.000 indios de Pampanga y Visayas.

Los oficiales alentaban a la marinería; ésta cargaba y disparaba las piezas que habían quedado servibles, mientras algunos se ocupaban en custodiar, teniéndoles a raya, a los ingleses, que habían sido desarmados y acorralados en el primer entrepuente. Los oficiales de esta nación, que antes eran nuestros guardianes, se habían convertido en prisioneros. Todo lo comprendí.

Ofrecía verdaderos refinamientos para la época; estaba limpio, bien arreglado y dispuesto; las cámaras para la marinería, en el sollado y castillo de proa, eran muy capaces; la bodega, muy aireada. Llevaba dos grandes aljibes de hierro, uno a proa y otro a popa.