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Actualizado: 30 de junio de 2025
Poco después tuvo que abandonar a Córdoba. «Cuando al cabo de cinco años volví a Córdoba dice fui a vivir a casa de unos parientes, donde la encontré de nuevo; pero estaba tan cambiada que apenas la reconocí; tuvieron que decirme quién era. Aquella flor, que había sido el encanto de cuantos la miraban, estaba ya marchita, por la necesidad de acudir a su subsistencia con un trabajo excesivo.
Todo se le volvia suspirar con bramidos, pasearse á trancos, beber buches de agua y dar algún puñetazo ea la pared. ¡Tremendo caso aquel! ¡Cuántas esperanzas desvanecidas!... ¡Aquella flor del mundo segada y marchita! Esto era para volverse loco.
Si tienes mucho empeño en ello, lo estaré; pero sólo por galantería. Por lo demás, nunca he estado más alegre. Pero la tuya es una alegría marchita... no tiene frescura... no sale del corazón... es una máscara.
EL carbon desplega su mas admirable eficacia en el cólera asiático, cuando ha llegado al período álgido, cianítico y asfítico; cuando el pulso se va estinguiendo, que la respiracion se hace cada vez mas rara, y cuando la piel azulada y aun negruzca está marchita, fria, sin vitalidad.
Al día siguiente era menester llevársela marchita; la deshojaba cuidadosamente y me ponía la nueva. La idea de que pudiera regalar aquella flor a otra mujer la estremecía. Empezaba a notar con deleite que sentía celos, celos inconscientes y vagos que ansiaban formularse, sin llegar a conseguirlo.
Ahí la teneis en lo alto de un calvario, Envuelta por el fúnebre sudario Que le arrojó la torpe esclavitud; Reina con el cabello pisoteado, Laurel al que la lluvia no ha regado Y se marchita en flor de juventud.
Puede ocurrir, si es lícito que yo me valga de un símil literario, lo que ocurre con un escrito en verso o prosa cuando el autor, por el prurito de acicalar el estilo, manosea, soba y marchita lo que escribió y lo deja mustio, lamido y sin espontaneidad ni gracia.
El bosque todo se ofrecía con vida desordenada y exuberante, con el brío y la soberbia de la juventud: ningún árbol carcomido, ninguna planta marchita; todo viril, todo sano, todo fuerte. Jamás la flaca naturaleza de nuestro joven se sintió tan humillada.
Gran juerga con unas extranjeras de vida alegre, a las que algunos de estos jóvenes conocían de París. Habían venido a Sevilla con motivo de las fiestas de Semana Santa y de la Feria, y ansiaban conocer lo más «pintoresco» de la tierra. Eran de una hermosura algo marchita, reanimada por los artificios de la elegancia.
En las pendientes más secas, en medio de las rocas áridas, crecen el negro orquiso con fragancia de vainilla, y el pie de león, cuya flor nunca se marchita, y es símbolo de eterna constancia. De esas plantas de brillantes flores, algunas no temen la vecindad de la nieve y el agua helada.
Palabra del Dia
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