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Actualizado: 17 de septiembre de 2025
Don Víctor oprimía entre las suyas las manos de aquella esposa que le envidiaba un pueblo entero. Un ¡adiós! llenó los ámbitos de la Plaza Nueva: era un adiós triste de verdad, era la despedida de la maravilla del pueblo; Vetusta en masa veía marchar a la nueva Presidenta de Sala como pudiera haber visto que le llevaban la torre de la catedral, otra maravilla.
Los millones de seres sujetos a su continua revolución gritaban y manoteaban entusiasmados y enardecidos por la velocidad. Jaime, tan pronto los veía subiendo a lo más alto, como descendiendo cabeza abajo; pero ellos, en su ilusión, creían marchar rectamente, admirando a cada vuelta nuevos espacios, nuevas cosas.
Así, en infinita procesión, todo lo que baja por la superficie del agua obedece á la atracción del abismo; todos estos objetos se ven desaparecer como rápidas estrías, como pequeñas visiones que desaparecen en el momento de ser vistas; la mirada misma, arrastrada por la pendiente, por ese pasar desordenado de hojas y archipiélagos de espuma, tiende á descender al abismo hacia el cual todo parece marchar, como si fuese allí, en el rugiente pozo, donde debe hallarse la paz.
¿Pero qué puede suceder?... Yo veo á Calderón marchar de frente hacia el cadalso, sin verle, confundiéndole con el trono. ¡Ah! Dejad que suba solo al cadalso... cubríos... ¡Cómo! ¡Pelegrín! ¡crees...! Lo creo posible todo.
Marchar siempre acompañados de una escolta de pajaritos de Dios que nos enseñaran el camino y nos deleitaran con su canto, embriagados por los aromas de las flores, inundados de luz, envueltos en la caricia de una primavera eterna. Esto es lo que soñaba cuando tenía catorce años.
Hácelos marchar y contramarchar toda la noche, hacer alto, alinearse, marchar de frente, de flanco. Es un cabo de instrucción que enseña a unos reclutas, y la vara del cabo anda por la cabeza de los torpes, por el pecho de los que no se alínean bien; ¿qué quieren? ¡así se enseña!
Nuestra vida nunca es rectilínea ni la gobierna la lógica. En el país de los Hombres Montañas es posible que ocurra lo mismo. Los hombres tenemos un corazón que es á la vez el origen de nuestras desdichas y de nuestras felicidades. No podemos existir sin la mujer, y vamos allá donde ella vive, aunque esto equivalga á marchar al encuentro del peligro.
Al fin llegó el hanson, y, deslizando una buena propina en la mano del policía, entré en aquél y partimos, lentamente, a través de la niebla, casi al paso, tal era la dificultad de poder marchar. Había colocado sobre el lado derecho de la espalda mi bufanda de seda, para restañar la sangre que manaba de mi herida.
Facundo se encarga de una tentativa desesperada sobre La Rioja o Mendoza, recibe para ello doscientos presidiarios sacados de todas las cárceles, engancha sesenta hombres más en el Retiro, reúne algunos de sus oficiales y se dispone a marchar. En Pavón estaba Rosas reuniendo sus caballerías coloradas; allí estaba también López de Santa Fe.
Amalia no sólo le hablaba de amor con los ojos, pero le imponía su voluntad, le hacía ejecutar todos sus caprichos, a veces le reprendía ásperamente. Anunciaba, por ejemplo, que se iba a marchar: al volver los ojos se encontraba con los de Amalia que le decían que se quedase, y se quedaba. Trataba de bailar con Fernanda, y una mirada severa bastaba para retenerle.
Palabra del Dia
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