Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 8 de julio de 2025
Rafael contempló largo rato los edificios, temiendo que en su oscura masa se iluminase una rendija, se abriera una ventana y asomase el capataz alarmado por la carrera de los mastines. Transcurrieron algunos minutos sin que en Marchamalo se notase el menor movimiento.
El señorito perdió de nuevo su serenidad al ver que Fermín abordaba directamente el temido asunto. Hombre, a él no le correspondía toda la culpa. Era el vino, la maldita juerga, la casualidad... el ser bueno en demasía; pues de no haber estado en Marchamalo, cuidando los intereses de su primo (que maldito si se lo agradecía), nada habría ocurrido. Pero, en fin, el mal estaba hecho.
Apresuradamente, como en los tiempos que llegaba tarde a la escuela, entró Fermín Montenegro en el escritorio de la casa Dupont, la primera bodega de Jerez, conocida en toda España; «Dupont Hermanos», dueños del famoso vino de Marchamalo, y fabricantes del cognac cuyos méritos se pregonan en la cuarta plana de los periódicos, en los rótulos multicolores de las estaciones de ferrocarril, en los muros de las casas viejas destinados a anuncios y hasta en el fondo de las garrafas de agua de los cafés.
Fermín permanecía con la cabeza baja, vacilando, con expresión dolorosa, como si las palabras le quemasen la lengua. Por fin comenzó el relato de lo ocurrido en Marchamalo la última noche de la vendimia. El carácter irascible, impetuoso y atronador de Dupont, pareció hincharse colérico durante el relato, hasta estallar al final ruidosamente.
Y para huir de la tristeza que les habían infundido estas palabras, torcieron el curso de la conversación, hablando de la fiesta que don Pablo había organizado en Marchamalo para dentro de unas horas. Los viñadores, que todos los sábados marchaban a Jerez al caer la tarde para ver a sus familias, estaban durmiendo cerca de allí.
Se tuteaban, se habían criado juntos en la viña de Marchamalo, con aquella llaneza de trato que los Dupont permitían a su familia. Con don Pablo, era otra la situación.
Ande suelta la lengua too lo que quieras; pero si sacas las garras, niño, encárgate otra cara, porque esa te la eshago de un revés. ¡Olé las mozas de arranque! exclamaba el señorito. ¡Así me gusta mi niña! ¡Con riñones y too!... Cuando Rafael presentábase en Marchamalo, el señorito no se privaba de este continuo requebrar a María de la Luz.
Rodeado de muchachas que me quieren como si fuese su papá. Reían los amigos del tono bondadoso con que hablaba el calavera de sus inocentes diversiones con el rebaño de vendimiadoras. Además, gustaba de quedarse en la viña por el fresco de la noche. Esto es vivir, señor Fermín decía en la explanada de Marchamalo, a la luz de las estrellas, aspirando la brisa nocturna.
Estoy harto de señoritos decía con displicencia de hombre superior a su fiel acólito el Chivo. Vámonos al campo: un poco de juerga lo agradece el cuerpo. Y con el deseo de mantenerse bajo la protección de su poderoso primo, íbase a pasar el día en Marchamalo, fingiendo interés por el resultado de la vendimia.
Habló a Luis con cierta timidez, velando su pensamiento, pesando bien las palabras para que sólo pudieran entenderlas ellos dos, dejando al matón en la ignorancia. Si él le buscaba, ya podía figurarse para qué era... Lo sabía todo. El recuerdo de lo ocurrido en la última noche de la vendimia en Marchamalo no habría desaparecido seguramente de su memoria.
Palabra del Dia
Otros Mirando