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¡Ay de ! ¡Me mandan a un convento, lejos de aquí! dijo sollozando la joven . Huir de mi prisión, salir de Orsdael, sería un cielo; pero separarme de vos, Marta, me matará; ¡no puedo vivir sin vos! Ten valor y consuélate dijo Marta sofocando su propia emoción . En cualquier parte que estés, yo estaré siempre a tu lado. ¿Qué hizo y qué dijo el desconocido?

Que haré lo que me mandan, y que cuando quieran venir por , estoy dispuesta a salir del convento.

Jaime sentía vivir en su interior al grave abuelo don Horacio, y con él los escrúpulos del Inquisidor Decano, el de la tarjeta horripilante, y las almas del famoso comendador y otros ascendientes. Su mentalidad de hombre moderno guardaba algo de la de aquel regidor perpetuo que consideraba como una raza aparte y envilecida a los judíos conversos de la isla. Los muertos mandan.

¡Haré lo que quiera! gritaba, complaciéndose en escuchar su propia voz entre el fragor de la tempestad . ¡Ni muertos ni vivos mandan en !... ¡Toma!... ¡para mis nobles ascendientes!... ¡Toma!... ¡para mis antiguas ideas, para todos los Febrer!... Repitió varias veces el indecoroso ademán con una alegría de pilluelo.

A la niña le mandan comida de casa de los padres; pero tan tasada, que no le llega al colmillo. Se moriría de hambre si no le llevara yo lo que le llevo. ¡Pobre ángel! Pues verá usted: estos días me la he encontrado contenta. Ya sabe usted que la niña es así. Cuando hay más motivos para que esté alegre, se pone a llorar; cuando debiera estar triste, se pone como unas castañuelas.

-Yo agradezco tu buena intención, amigo Sancho -respondió don Quijote-, mas quiérote hacer sabidor de que todas estas cosas que hago no son de burlas, sino muy de veras; porque de otra manera, sería contravenir a las órdenes de caballería, que nos mandan que no digamos mentira alguna, pena de relasos, y el hacer una cosa por otra lo mesmo es que mentir.

Un doctor manda mucha fuerza, y más si es doctor porteño, pues ahora ellos se lo guisan y se lo comen todo, sin dejar nada para los demás, según decía mi finado... Si es tan amable que quiere oírme, yo le explicaré mi pleito, y a él de seguro le bastará una palabrita a los que mandan para que todo se arregle «sobre el tambor», como decimos allá.

Ahora que eres archiduquesa y archipámpana, ¿no tienes vergüenza de quererme? ¿Pero qué quieren hacer de ? preguntó, poniéndose triste otra vez. Mira, princesa, haz lo que te mandan esas señoras: obedécelas en todo. Ya habrás conocido el parentesco que tienes con ellas. Dios te ha puesto en sus manos; acepta lo que Dios te da, y

Por la noche, Blasillo vigilaba el embarque de las mercancías, y el viejo Bentek y los negros llevaban a bordo los últimos fardos, cuando Plock que hasta entonces había permanecido alejado, se aproximó al joven y le dijo: Sólo el demonio, hijo mío, le ha podido encargar de semejante comisión; pero yo me lavo las manos; ¡que la venganza del Cielo caiga sobre usted y sobre los que le mandan!

Verdad que Martí fue un genio, y los genios como los volcanes traen sus entrañas hechas: ellos mismos se tejen el amor y se acrisolan la capacidad. Se nace rey como se nace esclavo, pero quien lo nace no se da cuenta de ello hasta que no manda y es obedecido, o hasta que no lo mandan y obedece. Martí, dijérase que trajo al nacer la infinita comprensión del porvenir.