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En el choque de estos dos ríos marinos, los infinitos seres que arrastra el Gulf Stream desde los mares tropicales morían súbitamente helados. Una lluvia de pequeños cadáveres descendía á través de las aguas. Los bacalaos se aglomeraban para nutrirse con este maná, y era tan espeso, que gran parte de él, librándose de las ávidas mandíbulas, iba á depositarse en el fondo como una nevada caliza.

Dende ayer mañana que no he probao mas que un mendrugo y un poco de leche que me dieron en un chozo de pastor. ¡Güen apetito!... Y volvió a acometer el plato, acogiendo con guiños de ojos y un continuo mover de mandíbulas las bromas de Potaje sobre su voracidad. El picador quería hacerle beber.

Harta experiencia tengo de su caridad y oración para saber si hay lazo o engaño de Satanás. Me dicen que fue vuesa merced preguntó el licenciado Zimbrón, dirigiéndose al capellán quien aconsejó administralla el santo Viático para hacella aflojar las mandíbulas. No, no; fue el padre Julián, el padre Julián. ¿Vuesa merced presenció el milagro?

Los ojos de Juan Claudio chispeaban; el doctor preguntaba siempre dónde se hallaba situada la ambulancia; Materne y sus hijos alargaban el cuello y apretaban las mandíbulas, y el vinillo añejo, acudiendo en ayuda de la imaginación, aumentaba el entusiasmo cada momento más: «¡Ah, los granujas! ¡ah, bandidos! ¡Cuidado, cuidado, no ha terminado todo!...»

Con los ojos amarillentos fijos en lo alto, agitaba las barbillas de su rostro, recortadas como hojas, y unos apéndices dorsales semejantes á plumas. Este cebo falaz atraía á los inexpertos, cerrándose sobre ellos las cavernosas mandíbulas.

¡Cómo le flotaban sobre las espaldas sus largas trenzas rubias! ¡Con qué expresión atenta de precoz ama de casa, recorrían sus ojos la extensión de la gran mesa, en torno de la cual todos juntos, condiscípulos y celadores una galería de mandíbulas hambrientas esperábamos impacientes la comida! ¡Y, con qué alegría extendía la mano cada uno, cuando, con una sonrisa maliciosa, ella alcanzaba los platos!

Las patas y mandíbulas despedazan la rica pieza, la disecan, la tijeretean, la parten en migajas para almacenarla en el depósito de provisiones. Muchas veces el poeta aún está en la agonía y sus alas baten el polvo con los últimos temblores. No importa. Su cuerpo se ennegrece cubierto por el tropel de enemigos.

La fuerza de la embestida y la violenta contracción de sus poderosas mandíbulas armadas de triple hilera de dientes, fueron bastante á sepultarle en la cabeza las afiladas barras.

Parecía irritado, furioso; sus mandíbulas se agitaban como si hubieran querido triturar algo. He alejado a Roberto dijo. Necesito hablar a solas con usted. Entonces me tomó la mano y me condujo al comedor, donde la cafetera humeaba todavía. Tengo por usted un respeto muy grande, señorita comenzó enjugando las gotas de sudor de su frente.

Una tras otra, fueron arrojándose sobre los platos, y perdido el primer escrúpulo, comenzaron a devorar como si saliesen de larguísimos ayunos. El señorito celebraba la voracidad con que se movían aquellas mandíbulas, y sentía una satisfacción moral casi equivalente a la que proporciona el bien. ¡