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Actualizado: 21 de junio de 2025


41 Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. 43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro para que vengas a con palos? Y maldijo a David por sus dioses. 45 [Entonces] dijo David al filisteo: vienes a con cuchillo y lanza y escudo; mas yo vengo a ti en el nombre del SE

Cuando vió los trajes y la cuenta de la modista, quedó estuperfacto: estuvo por gritar ¡ladrones! Maldijo de su colega Salabert, de la hora en que se le había ocurrido dar aquel baile y de todas las damas venecianas y holandesas que habían existido. Lo que más hondamente trabajaba su espíritu abatido era la consideración de que aquellos trajes costosos no servirían más que para una noche.

Maldijo aquel sentimentalismo eslavo, confuso é incoherente, igual al de su madre, que no le permitía insistir en la maldad, haciéndole caer, cuando menos lo esperaba, en exageradas sumisiones. ¡Ay, sus lágrimas de arrepentimiento! ¡Aquel beso en la mano del adversario!... Si evitaba el volver al Casino, era por no encontrarse con Martínez y aquellos dos capitanes que habían presenciado el incomprensible final del duelo... Ya no sabía imponer su voluntad; la antigua dureza de su carácter se había disuelto en la catástrofe de sus deseos.

¡Maldita, ! ronca, dijo: ¡Maldita, la que maldijo! ¡Un amor que muerte augura colmando mi desventura, mi vida, mi amor, mi hijo, arrebate á mi ternura! ¡Qué dices, madre! De aquí partamos sin más tardar. ¡No temas, espera en ! ¡Tanta gloria he de alcanzar, que mi Leila me ha de dar Ben Jucef-el-Meriní! ¿Por qué, , te desesperas?

21 Y Abisai hijo de Sarvia respondió y dijo: ¿No ha de morir por esto Semei, que maldijo al ungido del SE

Y esta maldicion horrible que del dolor en la hora Ayela desesperada, de justa venganza ansiosa, pronunció contra el malvado, ignorando su deshonra, ignorando que era madre, cuando lo fué en su memoria, se sublevó turbulenta, sombría, amenazadora; que al maldecir á los hijos de la fiera sanguinosa que asesinó á su familia, maldijo á su sangre propia; y por eso cuando Ataide en su infancia fatigosa, que siempre sobran fatigas donde el dinero no sobra, el bello semblante pálido mostraba, y su linda boca de arcángel no sonreia, la maldicion pavorosa helaba de espanto á Ayela, surgiendo de entre la sombra del imborrable recuerdo de su desdichada historia; y pasaron veinte años de angustias y de congojas para la pobre inocente madre honrada, aunque no esposa, y para el hijo sin padre, del cual fué la herencia sola, con la belleza de Ayela y su sangre generosa, el valor de Aben Jucef y su condicion indómita.

Mil veces se maldijo el desdichado, Por ver que fué la causa de la muerte De Liropeya, andando tan penado, Que mal siempre decia de su suerte. "¡Ay triste! por saber que fuí culpado De un caso tan extraño, triste y fuerte, Tendrè, hasta morir, pavor y espanto, Y siempre viviré en amargo llanto."

Palabra del Dia

irrascible

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