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Actualizado: 27 de junio de 2025
El militar entró el último, después de mirar á todos los rincones de la plazuela. Bien pronto se vió luz en una de las ventanas de la casa, pero una mano cerró las maderas y no se vió más claridad.
Y, al final, acababa por llevarse el puente, ya que el caso era llevarse algo. Se le daba un puente al pueblo que necesitaba un puerto, y el que esperaba el puente tenía que arreglárselas con un grupo escolar. El marqués de Riestra, padre espiritual de todos los políticos gallegos, aportaba a las obras sus maderas, sus ladrillos, su cemento y sus otros materiales de construcción.
Mas cuando se disponía á tirar el segundo clavel, vió levantarse rápidamente sobre las maderas de la galería otra cabeza rubia un poco mayor, aunque no menos hermosa. Una mano blanca salió por un instante fuera, y una voz de timbre dulce y sonoro pronunció estas palabras: Esa es mejor. Al mismo tiempo cayó á sus pies una grande y magnífica rosa de Alejandría.
Estaba acostumbrado al zumbido remoto de la máquina, que comunicaba un ligero temblor a las paredes. Le hacía falta el crujido de las maderas, el ruido continuo de agua corriente debajo de la ventana. Creyó estar ahora en una casa de tierra firme. Todo inerte, como si el buque fuese de ladrillo con profundas raíces en el suelo.
Sus habitantes, muy valerosos, son los más amantes de los españoles en todo el Archipiélago. Su territorio es el más rico y feraz de cuantos hemos visto en Mindanao. Sus maderas las más preciosas, y su proximidad, ó mejor dicho, vecindad al rico y poblado territorio de Sibuguey, ofrecen espléndida recompensa á los hombres laboriosos y emprendedores. Misamis.
Sin duda hablaban de algo importante, porque la plática fue larga. Una hora o algo más corrió desde que encendieron la luz hasta que las maderas se cerraron, quedando la casa silenciosa, torva y sombría como quien oculta algún negro secreto. La persona en quien se notó mayor sentimiento por la pérdida de las elecciones fue Nucha.
Probablemente estarian desiertos y abandonados aquellos hermosos palacios, y sus antes deliciosos jardines yermos y convertidos en madriguera de alimañas. ¡Los bereberes habrian despojado sus lujosos pabellones, robado todas sus riquezas, destrozado aquel artificioso estanque de líquido mineral, aquellos tronos de oro y pedrería, aquellas fuentes de bronces y mármoles, aquellos baños voluptuosos, aquellos artesonados de oro, mármoles trasparentes y maderas incorruptibles, aquellas arcadas de ébano y marfil, aquellas costosas alfombras, aquellos doseles de brocado!... Muchos cercos sufrió la antigua sede del Califado andaluz desde D. Alfonso VI hasta S. Fernando en poco mas de cien años, y en este tiempo no hallamos que hicieran aprecio alguno de la desolada y desierta Medina-Azzahra ni los almoravides, ni los almohades sus impetuosos sucesores.
La condesa sacó una mano por la abertura de las maderas, y Quevedo la besó suspirando. Adiós dijo, y se alejó. La reja se cerró silenciosamente. Poco después Quevedo llamaba á la puerta del aposento de doña Clara. Aquella puerta se abrió al momento. Encontró á doña Clara sobreexcitada, encendida, inquieta, con la mirada vaga, con todas las señales de una inquietud cruel.
Al entrar en su casucha cerró la puerta, y la difunta, siempre con su niño de la mano, se filtró á través de las maderas.
Esto es; en un pequeño aposento, cuya puerta demasiado fuerte, tiene una rejilla espesa, y al que da luz una ventana con reja que corresponde a un jardín abandonado. En este aposento he visto algunos muebles modestos, y una cama de forma extraña, inclinada, y a lo largo de cuyas maderas hay algunas correas.
Palabra del Dia
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