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Actualizado: 10 de julio de 2025
No pudo continuar el niño; una mano seca, pegada a un puño inmaculado, salió por entre las cortinas, y después un brazo largo, y luego un hombro puntiagudo, y más tarde un rostro encarnado, característico, original, británico, como la cerveza de Bass o las galletas de Huntley... ¡Mademoiselle! dijo Lilí asustada.
Mas esta, veloz como el rayo, abrió de un solo golpe la ventana de cristales, y echando fuera el busto entero y la mano en que tenía las cartas, gritó con gran fuerza: ¡Monina!... ¡Que te vas a caer!... No saltes más... Mademoiselle, quite usted a la niña la cuerda...
El nuevo monarca era joven y guapo, y una vez teniéndole ella a su alcance en el puesto de camarera, parecíale fácil amalgamar en poco tiempo, en sí misma, dos personalidades históricas que le eran muy simpáticas: mademoiselle de La Vallière y la princesa de los Ursinos.
De todos modos cierto es, porque hay personas que lo certifican, entre ellas mademoiselle Amelie, el aya de Clara, que un día porque le ganó dos partidas de tennis ella le llamó antipático, le dijo que no le quería y se fue muy desabrida y que él entonces desahogó su pecho en el de la citada mademoiselle y lloró a hilo como un buey.
La compañía que cantaba en 1856 era bastante buena: las dos primas donnas, mademoiselle la Grua y madame Charton, interpretaban muy bien sus papeles, como en cualquier teatro de Europa. Despues cantó la Steffenone, que últimamente ha brillado en los Italianos de Paris cantando con grande éxito el Trovador.
El famoso Lingendes dice en una carta suya de España, dirigida á la señorita de Mayenne: «Os remito el soneto de Lope, que, por su fama y según mi propio juicio, es el ingenio más distinguido y el hombre á quien yo he oído hablar mejor en toda España.» Lettre du Sieur Lingendes escritte de l'Escurial á mademoiselle de Mayenne: París, 1612.
Pero aun aquí la historia llega a nosotros tan envuelta y obscurecida por la leyenda que es casi imposible discernir lo que hay en ella de verdad y de error. ¿La misma mademoiselle no pudo equivocarse? ¿Quién sabe si Tristán sacó el pañuelo para sonarse y a ella se le antojó que era para secarse las lágrimas? Reynoso vio con buenos ojos aquellos amores.
Ella era Odette para sus amigas, la incomparable Odette, y para el resto del mundo mademoiselle Marsac, un nombre famoso, pues figuraba en todas las crónicas elegantes, en todos los estrenos, en todas las revistas de modas.
Palabra del Dia
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