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Suele echarse de menos, en su manera de declamar, el arte de representar los caracteres en todos sus matices más delicados, efecto de un estudio profundo de los mismos, apareciéndosenos, en la mayoría de los casos, como inspiración feliz del momento; y de aquí que, en la impresión total que nos hacen los personajes dramáticos, se noten siempre algunos defectos, aunque este método ofrezca la ventaja de ser opuesta á la frialdad ingénita, al estudio exagerado y demasiado minucioso de esta parte de la mímica.

De repente exclama el primero, en la misma postura y dándose con los talones desnudos en las asentaderas: Yo voy á comer torrejas ... ¡anda! Y yo tamién contesta el otro con idéntica mímica. Pero las mías tendrán miel. Y las mías azúcara, que es mejor. Pues en mi casa hay guisao de carne y pan de trigo pa con ello.... Y mi padre trijo ayer dos basallones ... ¡más grandes!...

Parece que en ese teatro de mágia no debe ser actor otro personaje que un hechicero. Entretenidos en mirar aquella mímica brillante, nadie tocaba á la cerveza ni á los bizcochos. Yo no quitaba ojo al brigadier Rotalde, que tan pronto se echaba el sombrero hácia la frente, como se lo dejaba caer hacia atrás, moviéndose casi contínuamente en la silla, en señal sin duda de impaciencia.

Parecía justificar a su compañero; pero al través de su acento y de su mímica se leía bien claro que le condenaba. Todas las miradas se volvieron hacia el acusado. El P. Gil estaba como hacía tres meses, cuando ingresó en la cárcel de Peñascosa. Con el encierro su rostro había ganado aún en blancura.

En el entreacto, el vizconde de Goivoformoso y Juan Maury, que estaban en butacas contiguas, subieron juntos a visitar a Rafaela. Muy impresionado estaba el vizconde, así por el canto como por la acción y la mímica de la Stolz, pero casi le borró aquella impresión una sorpresa que D. Joaquín, sin pensarlo ni quererlo, acertó a dar a él, y también a Juan Maury y a Rafaela.

Si la mímica ó el arte dramático, la caricatura, el vals fugitivo y el palacio pintoresco pueden aparecer en las grandes metrópolis de la industria, la política y la moda, no así el poema sublime, el cuadro severo de pintura, la obra magistral y divina de arquitectura y escultura, ó las solemnes y graves armonías de Mozart ó Bellini.

Entendió la mímica Tinito el sabio; y metiendo nuevamente los ojos por el papel, volvió a su interrumpida lectura y al registro campanudo de su voz: «Nuestros ideales... Sal de tu sueño letárgico; despierta ya, ¡oh, Villavieja, pueblo fósil, merecedor de más honrosos destinos!... ¡Despierta y sacude la ignominia de tu mortaja enmohecida por la lobreguez insana de tres siglos de barbarie! ¡Despierta, levántate y contémplate!

Y miró a Fernando con ojos interrogantes, cual si le ofreciese esta dicha perpetua esperando ver en su rostro una sonrisa de agradecimiento. Nélida, a espaldas de ella, continuaba su mímica.

Pasemos pronto de largo... En la oficina veo al intérprete enfrascado con dos grandes vocingleros completamente desnudos bajo largas mantas mugrientas, y narrando con airada mímica no qué historia de un rosario robado. Tomo asiento en un rincón, sobre una estera y miro... Bonito traje el del intérprete. ¡Y qué bien le sienta al intérprete de Milianah! Parecen pintiparados el uno para el otro.

Alguno de estos suele tener su poco de poeta; da los días a la señora en décimas, y compone coplas en su elogio, y sátiras contra los rivales o contrarios de sus amos. Acompaña también y entretiene a los niños, y sabe una multitud de cuentos, que relata con animación y mucha mímica. La criada de lugar no deja de saber también muchos cuentos, y los cuenta con gracia.