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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Señora, mi pícaro sastre murmuró Pacorrito, creyendo que una mentirilla pondría á salvo su decoro, no me ha acabado la condenada ropa. Aquí te vestiremos indicó la noble dama. Los lacayos de aquella extraña mansión eran monos pequeños y graciosísimos. De pajes hacían unos loros diminutos, de esos que llaman Pericos, y varias pajaritas de papel. Estas no se apartaban un momento de la señora.

Mis bondades son una de las consecuencias de mi poder sobre usted. Le tengo á usted en mi gracia, como á mis perros, á mis loros ó á mis criados, si me acarician, me divierten y me sirven bien. Pero, ¡ay de usted, como de ellos, si no procura por todos los medios satisfacerme!"

Hay asimismo muchas aves particulares, como son loros, que los hay de muchas especies, guacamayos, cuervos blancos y tucanes; estos últimos son del tamaño de una paloma, y su pico tiene de largo una sesma de vara, y dos pulgadas y media de grueso; es también muy abundante de palomas torcazas, tórtolas, patos grandes y chicos, y muchos pájaros pequeños comestibles.

No graznaban los loros en las inmediatas espesuras; los monos habían cesado de saltar entre las ramas; pasó mucho tiempo sin que sonase la caída de una hoja o de una corteza de árbol. Hasta la cascada parecía cantar con sordina, cual si estuviesen balbucientes y asustadas las blancas divinidades ocultas en sus linfas.

Veamos lo que ha inventado hoy para imitarnos gritaban los loros y los monos insolentes desde lo alto de los árboles. ¡Muy bien, hija mía! aprobaba el elefante con lentos movimientos de su trompa y el toro agitando su armado testuz. ¡Venid á ver la última creación de Eva! piaban millares de pájaros en el follaje.

Y eso que pertenece a una generación que no ha tenido la desdicha de presenciar exorciones, esas ceremonias públicas, tan profundamente endemoniantes, en las que el sacerdote, revestido con todos sus adminículos mágicos, espulsaba a los demonios del cuerpo de los poseídos, como quien espanta loros de un maizal.

El mismo hace constar la presencia de palmeras, plátanos y caña de azúcar en el valle inferior, y afirma que una que otra palmera avanza hasta el pie del abismo. ¿No son acaso esas plantas esencialmente características de la tierra caliente? ¿No necesitan para crecer, como los loros y guacamayos que revolotean a su alrededor, para vivir, de una temperatura superior a 25 grados centigrados?

Dió golpe á Zadig esta palabra; puesto que á fuer de buen físico que no creía que fuesen los loros profetas, se sosegó luego, y empezó á servir su cargo lo mejor que supo. Hizo que á todo el mundo alcanzara el sagrado poder de las leyes, y que á ninguno abrumara el peso de su dignidad. No impidió la libertad de votos en el divan, y cada visir podia, sin disgustarle, exponer su dictámen.

Desde entonces le miraba con rabia, y, de cogerlo por mi cuenta, le hubiera atracado de perejil hasta enviarlo a decir sus relaciones al paraíso de los loros. También tenía mi abuela una caja de música, ya vieja, con un cilindro lleno de púas, a la que se le daba cuerda; pero estaba rota y no funcionaba. Tardé bastante tiempo en ir a la escuela.

Pero Ojeda se acordó oportunamente del mercado de Río Janeiro, donde estaban a la venta toda especie de animales de los que produce el trópico: monos de diverso pelaje, loros parleros, vistosos papagayos. La ofreció un regalo para someterla a la obediencia: podía escoger entre estas maravillas de la fauna brasileña.

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