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Actualizado: 28 de julio de 2025


Habiendo caminado de mañana como tres leguas, llegamos á pasar un arroyo que viene del lado del S, de una abra de la sierra, y este entra en el de los Sauces, el que lleva bastante agua y es pantanoso.

A las seis seguimos la marcha, hasta la una que llegamos á la laguna de los Camarones y su arroyo, habiendo hecho en esta marcha variedad de rumbos, y el directo es el SE cuarto E, con 10 leguas de distancia: cuyo terreno se compone de buen pasto y campo, solo algunos bañados, en los que hay porcion de leña de duraznillo, la que sirve para el fuego.

No; es exacto y sólo un niño, y un niño pavo, llora porque no le dan un juguete. ¡Un juguete!... ¿Y a qué hora llegamos a Trenque Lauquen? interrumpió Lorenzo. A las cinco; pero tenemos que pasar allí la noche para salir mañana a la madrugada, bien temprano, camino de la «Celia». ¿Y a la estancia? insistió Lorenzo. Si los caminos están buenos, de 5 a 6 de la tarde.

Llegamos hasta el portal y allí le dije: márchate, que ya no haces falta; y me hice como que subía la escalera, pero en seguida di la vuelta sin llamar y me vine detrás de él hasta casa... ¡Cuando le vi entrar me dio una risa, que por poco me oye! La chiquilla se reía aún, con tanta gana y tan francamente, que me obligó a hacer lo mismo.

Llegamos al fin a los frigoríficos continuó Maltrana . Unas puertas que tienen de grueso casi tanto como de alto, unos dados de acero que giran ligerísimos sobre sus goznes y se abren y cierran lo mismo que las culatas de los cañones... Crac: una vuelta de muñeca y todo queda justo, acoplado, sin la menor rendija.

Ya tengo deseos de huir, de esconderme, porque esta curiosidad me desagrada, me hiere; ahí va ese otro... ¡y no me ha saludado! naturalmente, ya lo sabrá, porque estas cosas corren por el telégrafo de la murmuración con rapidez espantosa, y como ya no ha de necesitarme, me vuelve la espalda. ¡Ah, mundo egoísta y canalla! ¡ah! pero, pierdan cuidado, amigos y enemigos, que sois todos unos, y así cambiais de nombre y de actitud según la ocasión nos hemos de ver las caras todavía; para entonces os emplazo, cuando yo me haya rehecho de este golpe y esté otra vez arriba, en la cúspide: yo soy de los hombres que no se quedan nunca en el camino... Pero, ¿llegamos o no llegamos?

Llegamos á Wight, puerto de Inglaterra, sin árboles, timones, ni otra cosa que pudiese servirnos en la navegacion; de modo que si hubiera durado la jornada pocos dias mas, ninguna de las 24 naves se hubiera salvado.

Salí de Turin á las tres de la tarde: á las cuatro y media llegamos á Suse, tocando materialmente con el Monte Cenis, y por consiguiente con inmensas alturas que subir.

En aquel instante surgió otra luz en tierra, pero no ya sobre los árboles, sino más baja. ¡Mire V., mire V. el fosforito! exclamó con acento malicioso. Rema, rema: a ver si llegamos pronto a la orilla repuso Miguel. Un toque de corneta se dejó oír en el silencio de la noche, claro, estridente, partiendo del Ancho. ¿Qué es eso? preguntó el joven, asombrado.

Al amanecer continuamos la marcha hasta las once: á las dos caminamos lo mismo, costeando la cerrillada hasta las seis que llegamos al Bragado Grande, donde se halla acampado el Sargento Mayor D. Pascual Martinez. Anduvimos 10 leguas por el rumbo de E: hallamos el terreno como el del dia anterior. Dia 6.

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