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Después hablaba de Augusto y sus legiones, venidos a Cantabria expresamente para someternos al yugo romano; de que tal era nuestro empuje, tal «nuestro» valor y tal «nuestro» apego a la independencia, que el César había necesitado seis años para triunfar en un empeño que le había parecido obra de pocos días; de los horrores de esta guerra bárbara entre inaccesibles peñascales y profundos y sombríos barrancos, donde rugían las aguas tintas en la sangre de «los nuestros» y de los aguerridos legionarios.

Nuestros cuerpos proyectaban en la tierra y hacia adelante larguísimas sombras negras. Cada animal, con su jinete, dibujaba en el suelo una caricatura de hombre y caballo, escueta, enjuta, disparatada, y todo el suelo estaba lleno de aquellas absurdas legiones de sombras que harían reír a un chico de escuela.

Los terremotos y las guerras han derribado sus templos y sus palacios. Los bárbaros invaden por todas partes el imperio y desbaratan ó arrollan las legiones de Roma. La antigua civilización se hunde con el imperio.

Las camelias rodaban por el suelo sirviendo de alfombra en la antesala y los corredores. Centenares de plantas, casi todas exóticas, adornaban aquélla, el vestíbulo y los dos salones de baile. Legiones de criados con calzón corto y vistosas casacas aguardaban apostados estratégicamente en todos los puntos necesarios.

Aquel infinito por el que en otro tiempo revoloteaban las legiones de ángeles, y que servía de camino a la Virgen en sus descensos terrenales, se poblaba de pronto de miles de millones de mundos, y cuanto más potentes eran los instrumentos inventados por el hombre, mayor se hacía su número, prolongándose las distancias en una inmensidad que causaba vértigos.

Los romanos, poco navegadores, ni aun fijaron su mirada en el Istmo de Suez, porque sus legiones estaban habituadas a recorrer la tierra entera con su paso marcial. Ha sido necesario el portentoso desenvolvimiento comercial del mundo de Occidente, para que el sueño de abrir rutas marítimas nuevas y económicas se convirtiese en realidad.

Consideramos que la impunidad de las malvados es desmoralizadora, pero no existe perversidad más grande y más impune que la de Satanás y sus legiones; si nuestros caudillos bárbaros han sido feroces, es porque el infierno y no el cielo era el más fuerte componente de las supersticiones de su espíritu.

Bolívar tenía la tela de aquellos generales romanos que se hacían proclamar emperadores por las legiones que marchaban en el fondo de la Germania o en las montañas de Hispania. San Martín era un general del tiempo de la república; habría cavado gustoso la tierra... pero después de vencer. Para Bolívar la tarea empezaba después de la batalla; para San Martín concluía.

Entonces llegaron, y echaron mano a Jesús, y le prendieron. 52 Entonces Jesús le dice: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomaren espada, a espada perecerán. 53 ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y él me daría más de doce legiones de ángeles? 55 En aquella hora dijo Jesús a la multitud: ¿Como a ladrón habéis salido con espadas y con bastones a prenderme?

Si Doña Paca viera que se abría la tierra y salían de ella escuadrones de diablos, y que por arriba el cielo se descuajaraba, echando de legiones de ángeles, y unos y otros se juntaban formando una inmensa falange gloriosa y bufonesca, no se quedara más atónita y confusa. ¡Testamento, herencia! ¿Lo que decía el clérigo era verdad, o una ridícula, despiadada burla? ¿Y el tal sujeto era persona real, o imagen fingida en la mente enferma de la dama infeliz?