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Actualizado: 27 de junio de 2025


Una semana después, la Cashilda me entregó un periódico de Bilbao que se había recibido para Mary. Me pareció la previsión un tanto exagerada; pero al leerlo, creí que me había salvado de un peligro tan grande como el de la caja explosiva.

También me manifestó la noche antes de irse, aquí en esta pieza, donde estábamos sentados fumando, que el secreto estaba archivado en forma de registro cifrado, pero de una naturaleza tal, que ninguno que lo descubriera podría leerlo sin poseer la clave de la cifra. ¡Entonces fue aquí, en estas cartas, donde le dejó estampado el secreto! grité, interrumpiéndolo. Justamente.

15 abril de 1828. Desde esta mañana me encuentro en Milly, pero por breves momentos. Siempre que estoy aquí me hallo dispuesta a escribir algunos párrafos en este diario, descuidado por tanto tiempo, y que ya tenía casi abandonado. Ya no tiene para el interés de otros tiempos, ni para continuarlo ni para leerlo de nuevo.

Los altos señores del Consejo me designaron para ocupar dicho sitio. El Comité ha sido disuelto esta mañana, por ser ya innecesario contestó el otro . Puede usted leerlo en los periódicos. Tuvo que retroceder Flimnap á la capital, paseando por sus principales avenidas mientras esperaba con impaciencia la hora de la sesión del Senado.

Jacobo, sin preámbulos de ningún género, anunciaba a su mujer su próxima llegada, para tratar con ella de asuntos importantes, cuyo arreglo le había aconsejado el padre Cifuentes, excelente persona que había conocido en París, llenando su corazón abatido de esperanza y de consuelo... La marquesa creyó haber leído mal aquel último párrafo de la breve carta, y tornó una y otra vez a leerlo.

¡Qué susto me ha dado! me dijo, estoy tan nerviosa, que todo me da miedo... ¿Y su marido? le pregunté, aparentando no interesarme por su sobresalto. No respondió. ¿Conoce este libro? agregó, indicando con un simple gesto el libro que mantenía sobre sus faldas. No; ¿qué libro es? Lea su título... No puedo leerlo... y en efecto, no era posible leerlo, porque el libro había caído dado vuelta.

Entonces me sentí muy valiente, casi me arrepentí de haber tenido miedo antes, y le rogué que lo leyera todo; pero él no quiso. »Tuve que leerlo yo, y así la vergüenza se me ha disipado, y ahora me siento como librada de un gran peso, y contenta, contenta

No perdieron en aquellos tres años el tiempo los del Santo Oficio en sus averiguaciones sobre los hechos de fray Pedro, pues con tanta fortuna llevaron sus diligencias y tan al menudo inquirieron, que no faltó paso de molinista que no descubrieran, ni acción por él cometida que escapase á su conocimiento, de lo cual resultó un proceso tan voluminoso, que para darle lectura en el auto de fe se redujo á los cargos más sustanciales, y aun así y todo invirtió el secretario en leerlo tres horas.

Según me dijo el jefe, hay un señor profesor, italiano o suizo, no recuerdo bien, que ha escrito algo muy sonado sobre el socialismo católico. Uno no tiene tiempo de leerlo todo. Búsquelo usted, y ya tiene una fuente más, después de las mías. El senador habló aún largo rato de su obra, para demostrar a Maltrana la facilidad con que podía escribirla contando con la firme base de sus ideas.

«Dije a papá que copio bellas poesías y escribo mis impresiones. Estaba resuelta a decirle todo, pero esperaba que no manifestara deseos de leerlo. Cuando me preguntó: ¿Me dejas ver? le di el libro, pero creo que me ruboricé mucho. Leyó algunas líneas, de dos o tres páginas solamente, luego cerró el libro y me abrazó estrechamente, besándome en la frente, él también con los ojos enrojecidos.

Palabra del Dia

rigoleto

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